Por Luis Alfonso Albarracín Palomino
Para diversos sectores de la opinión, el resultado del crecimiento de la economía colombiana en un 0,6% para la vigencia del 2023, generó grandes controversias, porque se esperaba un aumento del 1,5%, dadas las condiciones macroeconómicas que actualmente vive el país. Todos los medios de comunicación han planteado las causas de este indicador adverso promulgado por el Dane en la semana anterior, pero me voy a separar de estos respetados juicios de valor que se han planteado, por los siguientes motivos. El componente más importante del Producto Interno Bruto es el consumo de los hogares. Actualmente representa el 62% aproximadamente. Al siguiente día de su posesión, el gobierno del presidente Gustavo Petro Urrego, presentó una nefasta Reforma Tributaria. Con el debido respeto con mis lectores, he sido reiterativo siempre que cualquier modificación de la estructura tributaria en el país, genera un proceso de pauperización de los sectores poblaciones del país, así los integrantes del equipo económico del actual gobierno digan lo contrario y justifiquen dicha iniciativa para sanear las finanzas públicas. Todos los gobiernos han utilizado estas medidas alcabaleras como única solución para seguir satisfaciendo los intereses de los gobernantes de turno, sin interesarles la suerte que corren las familias colombianas. He sido critico siempre.
Igualmente, el precio de la gasolina se ha incrementado 14 veces desde octubre de 2022, en una cifra de $5.774,49, lo cual ha generado un enorme impacto negativo a los propietarios del parque automotor que ascendió a 18.952.113 de vehículos registrados en el país a 31 de diciembre de 2023, ante el Registro Único Nacional de Tránsito – RUNT, de los cuales el 61% son motocicletas, 38% son vehículos y el 1% corresponden a maquinaria, remolques y semirremolques. El alza mensual del precio del galón de la gasolina afecta ostensiblemente al bienestar de las familias colombianas y a la dinámica productiva del país. Por consiguiente, la población está presentando un acelerado empobrecimiento como se reflejan en los indicadores económicos que publicó el Dane y que han sido reiterados por los diferentes gremios económicos. Ahí tenemos un decrecimiento económico que se refleja en dichas cifras, así las luminarias del equipo económico del alto gobierno no lo quieran aceptar.
La expansión anual de la actividad productiva apenas llegó a 0,6 por ciento en el calendario precedente, la peor en lo que va del siglo, con excepción del periodo atípico de la pandemia. Las causas de lo sucedido son claras. Desde el punto de vista de la producción, los problemas se concentraron en tres sectores: construcción, comercio e industria. Y desde el de la demanda fue evidente el mal comportamiento del consumo de los hogares, pero sobre todo el desplome de la formación bruta de capital, que se asemeja a la inversión. También contribuyeron las altas tasa de interés. Según el argumento, el mayor costo del dinero alejó a los compradores interesados en la adquisición de bienes y servicios, al tiempo que los empresarios habrían preferido posponer sus proyectos. No falta, incluso, quien dice que una dosis excesiva de la medicina le hizo más daño que bien al paciente. Paralelo a lo anterior planteado, la extorsiones y las vacunas al sector productivo del país, también han contribuido para este decrecimiento económico. Los inversionistas se han mantenido estáticos y muchos han sacado sus capitales del país, por la presión de las organizaciones subversivas.
