Desde que se inició el paro nacional el pasado 28 de abril, promovido por los sectores de oposición al gobierno nacional, se generaron grandes movilizaciones de inconformismo social en las principales ciudades del país, que terminaron en actos de vandalismo, saqueos, bloqueos, daños a los bienes públicos y deterioro a la infraestructura productiva, entre otros, que han desdibujado los objetivos pacíficos de la protesta social. Además, esto sucede en medio el incremento de la pandemia del Covid, que ha provocado una gran tragedia sanitaria que se ha traducido en la más grande afectación social y económica del presente siglo al bienestar de las familias colombianas.
De acuerdo con lo anterior, todas las universidades públicas del país se han convertido en el escenario de grandes enfrentamientos con la fuerza pública, que se han vuelto repetitivos y que tienen hastiada a la ciudadanía en general, por el daño que están generando a los sectores productivos de las economías locales. Lo grave es que estos episodios están siendo aprovechados por grupos insurgentes ajenos a la institucionalidad académica, que se han convertido en los promotores de estos hechos de violencia en las zonas urbanas de algunos municipios del país.
Inclusive, se han tomado las instalaciones de las principales Almas Máter en el país, de forma violenta, atentando contra la vida de los funcionarios y los bienes públicos. En el caso nuestro, las instalaciones de la Universidad Surcolombiana, no han sido ajenos a estos actos irracionalidad, que riñe con los objetivos de la misión institucional universitaria. Es el colmo, que estos desadaptados sociales, hayan dañado y se hayan hurtado algunos bienes (computadores, video beam, equipos de laboratorio, entre otros). Además del saqueo a las cafeterías y de otras oficinas. Además, detestable que los actos de saqueos que han existido en algunos locales comerciales que se encuentran ubicados en los alrededores de la sede central de la institución, sean llevados al interior de èsta, como lo han expresado testigos de algunas personas residentes en los sectores adyacentes a la universidad.
Habían convertido a la Universidad, en un centro de resguardo de delincuentes, para que las autoridades no pudieran operar, con el cuento de la mal llamada autonomía universitaria. Esta situación se les ha convertido en una papa caliente para las directivas de la Usco. Afortunadamente, el Rector Eduardo Pastrana Bonilla, junto con su personal directivo, tomó cartas severas para expulsar a estos actores violentos que han venido haciendo daño a la imagen corporativa de la Usco. La situación al interior quedó controlada. Pero, nuevamente han venido presentándose graves hechos de terrorismo urbano en los alrededores de la Universidad, que se salen de la órbita del control de las autoridades universitarias.
Aquí, es cuando entra a jugar el papel de las autoridades gubernamentales de la región. Considero que es injusto, que se siga endilgando a la Usco, las causas que han generado estos desórdenes en las calles de la ciudad. La Universidad no es culpable del malestar y de la inconformidad popular que se ha generado a nivel nacional por la errada aplicación de los instrumentos de la política macroeconómica promovida por el gobierno nacional, desde décadas atrás, que tiene postrada a la sociedad colombiana en la más profunda crisis social y económica en que se debate.
No es justo que le echemos la culpa de estos actos vandálicos. Hay que respaldar a nuestro Rector y a todas las Directivas de la Universidad Surcolombiana, que en medio de la pandemia y de esta crisis política que vive el país, sigue funcionando normalmente a través de la utilización de la virtualidad y de algunos momentos de alternancia, para seguir cualificando en la educación superior a más de 13 mil estudiantes, de manera gratuita. Como dice el adagio popular: Ese muerto no lo cargamos nosotros. Defendamos a la Usco.