Por Margarita Suárez Trujillo
La persecución de los malandros contra Fernando González Pacheco y todo lo que tuviera aroma a tauromaquia, no se puede ocultar con un dedo. Nuestro gran amigo y animador de televisión, al igual que el periodista Germán Castro Caycedo fueron “retenidos” por la guerrilla, eso nadie lo puede negar. Incluso en inmediaciones de la plaza de toros de Santamaría fue desactivada una bomba destinada a volar el escenario, la cual fue descubierta antes de estallar. Tengo fresca en la memoria la espeluznante foto que publicaron los medios de comunicación, del cadáver del líder sindical cartagenero José Raquel Mercado, presidente de la CTC -Confederación de Trabajadores de Colombia- secuestrado y asesinado en 1976 por los Comandos Simón Bolívar y Camilo Torres Restrepo del M-19, donde militaba Gustavo Petro. Eso no se puede negar, hay evidencia, solo consulten Google y quedarán plenamente enterados. Mercado, un personaje de origen humilde, autodidacta, había sido trabajador en los muelles de Cartagena. Su cadáver fue dejado en la glorieta de la calle 63 con carrera 50 en Bogotá. Por esa misma época, la guerrilla infiltró a la Unión de Toreros de Colombia y causó estragos. Esa horda de antisociales, pretendieron acabar con todo lo que incluye la tauromaquia: toros, toreros, empresarios, aficionados y periodistas. Pacheco era comentarista taurino y debido a su gran popularidad, estaba amenazado. A la salida de una exposición de pintura del torero Sebastián Palomo Linares, realizada en el museo cercano a la Plaza de Toros de Santamaría de Bogotá, un grupo de desadaptados esperaron a los presentes y les echaron baldados de popó (los guerrilleros le llaman caca) en la cara y el cuerpo a Pacheco, Palomo y los periodistas Hernando Espinoza y Bárcenas y Eduardo de Vengoechea. Los antisociales alegaron como “motivo” para su asquerosa acción, que era una protesta contra los españoles que regentaban la Santamaría. Se trataba de los hermanos Lozano, unos de los mejores empresarios que ha tenido la plaza capitalina, apoderados de Palomo Linares y posteriormente de César Rincón. Los malandros siempre inventan motivos para justificar sus ataques.
