Las confrontaciones armadas provocadas por las organizaciones narcoterroristas que hacen presencia en el departamento del Huila, desde que se posesionó el presidente Gustavo Petro, están generando un desplazamiento forzado en el municipio de la Plata. Hemos vuelto a revivir esos escenarios de terror que vivió la sociedad huilense hace más de cinco lustros. No puede pasar inadvertido el drama del desplazamiento forzado en Colombia. El Huila ha vuelto a esos tiempos que vivieron la mayoría de los municipios del departamento por cuenta de estos delincuentes que han empezado a desestabilizar la paz y la tranquilidad y el bienestar de las familias. Inclusive muchas empresas han empezado a cerrar sus oficinas en esta región, para no someterse a la voluntad de estos criminales. El sector turístico está de capa caída. Ya las comunidades se empiezan a recogerse en sus hogares a partir de las 6 de la tarde. Todos están atemorizados, en las zonas rurales y urbanas de estas localidades.
De nada sirvió la visita presidencial solamente a la base militar el pasado sábado al municipio de la Plata; como es acostumbrado, sacó a relucir su discurso descontextualizado a la realidad, sin ofrecer soluciones definitivas para contrarrestar el avance de la subversión en el Huila. Mientras tanto a la zona urbana, han llegado más de 860 personas provenientes de 14 veredas cercanas al corregimiento San Miguel de esta localidad. El terror, el miedo y la angustia se han apoderado de los pobladores de la zona rural, quienes, tras enfrentar combates que resultaron en la trágica muerte de una menor de 4 años, han optado por abandonar sus hogares en busca de seguridad y refugio en el casco urbano de este municipio.
Con los escasos recursos, junto con la Defensoría del Pueblo y Personería Municipal, Unidad para las Víctimas y demás organismos, autoridades municipales siguen de cerca los casos y atienden a las personas que van llegando al casco urbano, sin contar con el apoyo del gobierno del cambio. El tener que abandonar de repente el territorio que se habita, en un clima de terror y amenaza, dejando atrás no solo bienes materiales sino toda una historia de arraigo y vínculo sentimental con un espacio geográfico es una tragedia que sufren, por lo general, los más vulnerables. Este aspecto hay que tenerlo muy presente. Este es un flagelo nacional que están sufriendo los sectores más vulnerables del país y que nuestro territorio ya lo ha empezado a padecer. Es verdad que, por fortuna, el Huila está lejos de repetir las cifras de esos años de pesadilla. Pero es cierto también que una página que se creía que podría pasarse con la firma del Acuerdo Renegociado de Paz sigue vigente y con unos indicadores que obligan a reaccionar. Esperamos más atención del gobierno nacional.
