El calor oceánico ha alcanzado niveles récords. En 2020 una ola de calor afectó en un momento dado más del 80 % del océano mundial, ocasionando amplias repercusiones en los ecosistemas marinos ya amenazados por una mayor acidificación de las aguas debido a la absorción de dióxido de carbono (CO2), según el informe provisional de la OMM sobre el estado del clima mundial en 2020.
El informe, que se basa en las contribuciones de numerosos expertos y organizaciones internacionales, ilustra cómo fenómenos de alto impacto, como el calor extremo, los incendios forestales y las inundaciones, así como una temporada de huracanes en el Atlántico que batió récords, afectaron a millones de personas, agravando las amenazas de la pandemia de COVID‑19 a la salud y la seguridad humanas y la estabilidad económica.
“Los incendios e inundaciones apocalípticas, los ciclones y huracanes son cada vez más la nueva normalidad”, lamentó Antonio Guterres (EFE/Angel Medina).
De acuerdo con el informe, pese al confinamiento por la COVID-19, las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero continuaron aumentando, condenando al planeta a un mayor calentamiento por muchas generaciones más debido a la larga permanencia del CO2 en la atmósfera.
«En 2020, la temperatura media mundial será alrededor de 1,2 °C superior a los niveles preindustriales (1850-1900). Hay al menos una probabilidad sobre cinco de que supere temporalmente los 1,5 °C en 2024», dijo el Secretario General de la OMM, profesor Petteri Taalas. «Este año es el quinto aniversario del Acuerdo de París sobre cambio climático. Celebramos todos los compromisos que los gobiernos han contraído recientemente para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero ya que actualmente no vamos por buen camino y debemos redoblar nuestros esfuerzos.”
La temperatura media mundial para el período de enero a octubre de 2020 fue alrededor de 1,2 °C superior al valor de referencia de 1850-1900, que se utiliza como estimación de los niveles preindustriales. Es muy probable que el año 2020 sea uno de los tres años más cálidos de los que se tiene registro a nivel mundial. Los registros modernos de la temperatura comenzaron en 1850.
La evaluación de la OMM se basa en cinco conjuntos de datos de la temperatura mundial (figura 1). Según esos cinco conjuntos de datos, el año 2020 es actualmente el segundo más cálido hasta la fecha, después del 2016 y antes del 2019. Sin embargo, la diferencia entre los tres años más cálidos es pequeña, y la clasificación exacta de cada conjunto de datos podría cambiar una vez que se disponga de datos para todo el año.
Las temperaturas cálidas más notables se dieron en el norte de Asia, en particular en el Ártico siberiano, donde superaron la media en más de 5 °C. Siguieron produciéndose temperaturas cálidas en Siberia hasta el mes de junio, cuando la temperatura alcanzó 38,0 °C en Verkhoyansk el día 20, provisionalmente la más alta registrada en cualquier punto al norte del círculo polar ártico. Esta situación contribuyó a la estación de incendios forestales más activa según un registro de datos de 18 años, sobre la base de una estimación de emisiones de CO2 producidas por los incendios.
Los dos informes de la ONU “explican lo cerca que estamos de la catástrofe climática” (AFP)
Hielo marino
Desde mediados de los años ochenta, el Ártico se ha calentado por lo menos dos veces más rápido que el promedio mundial, consolidando así una tendencia a la reducción de la extensión del hielo marino durante el verano en el Ártico, que tiene repercusiones en el clima de las regiones de latitud media.
Los hielos marinos del Ártico alcanzaron su mínimo anual en septiembre, y es el segundo valor más bajo del registro satelital de 42 años. La extensión de hielo marino del Ártico durante los meses de julio y octubre de 2020 fue la más baja registrada.
En el mar de Laptev la extensión del hielo marino se ha reducido excepcionalmente durante la primavera, el verano y el otoño, y la ruta marítima septentrional estuvo sin hielo o casi sin hielo de julio a octubre de 2020.
La extensión de hielo en la Antártida durante 2020 estuvo cerca o ligeramente por encima de la media de los últimos 42 años.
Groenlandia siguió perdiendo hielo —este año, 152 Gt— peso a hacerlo a un ritmo más lento que en 2019.
Elevación del nivel del mar y calor del océano
El contenido calorífico de 2019 fue el más alto registrado en los conjuntos de datos desde 1960. Hay claros indicios de que se produce una absorción más rápida del calor en las últimas décadas. Los océanos absorben más del 90 % del exceso de energía que se acumula en el sistema climático como resultado del aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero.
En 2020, el nivel medio del mar a escala mundial es similar al de 2019, y coincide con la tendencia a largo plazo. El desarrollo de las condiciones de La Niña ha llevado a un reciente y poco importante descenso del nivel del mar a escala mundial, similar a los descensos temporales asociados con anteriores episodios de La Niña.
Calor, sequías e incendios
En 2020, una grave sequía azotó muchas partes del interior de América del Sur, siendo las zonas más afectadas el norte de la Argentina, el Paraguay y las zonas fronterizas occidentales del Brasil. Las pérdidas agrícolas se estimaron en unos 3 000 millones de dólares solo en el Brasil. Se produjeron importantes incendios forestales en la región, los más graves en los humedales del Pantanal, en la zona oeste del Brasil.
Ciclones y tormentas tropicales
En 2020 la cantidad de ciclones tropicales a nivel mundial fue superior a la media, con 96 ciclones registrados al 17 de noviembre en la temporada de 2020 en hemisferio norte y la de 2019-2020 en el hemisferio sur.
Riesgos e impactos
Durante el primer semestre de 2020 se registraron aproximadamente 10 millones de desplazamientos —en gran parte debidos a peligros y desastres hidrometeorológicos— que se produjeron principalmente en el sur y sudeste de Asia y en el Cuerno de África. En 2020, la pandemia de COVID-19 ha añadido una nueva dimensión a las preocupaciones sobre la movilidad humana.
La pandemia de COVID-19 ha agregado también otra capa de riesgo a las operaciones de evacuación, recuperación y socorro relacionadas con fenómenos de alto impacto. En Filipinas, por ejemplo, aunque se evacuó preventivamente a más de 180 000 personas antes de que pasase el ciclón tropical Vongfong (Ambo) a mediados de mayo, la necesidad de medidas de distanciamiento social obligó a transportar a los residentes en número reducidos y la capacidad de los centros de evacuación debió reducirse a la mitad.
Tras decenios de disminución, la inseguridad alimentaria viene aumentando desde 2014 como consecuencia de conflictos y la desaceleración económica, así como de la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos. En 2019, casi 690 millones de personas, es decir, el 9 % de la población mundial, estaban subalimentadas y unos 750 millones sufrieron altos niveles de inseguridad alimentaria, según los últimos datos de la FAO. El número de personas clasificadas como personas que viven en condiciones de crisis, emergencia y hambruna aumentó a casi 135 millones de personas en 55 países.
Según la FAO y el PMA, más de 50 millones de personas se han visto afectadas en dos ocasiones: por desastres relacionados con el clima (inundaciones, sequías y tormentas) y por la pandemia de COVID-19 en 2020. Los países de América Central están sufriendo el triple impacto de los huracanes Eta y Iota, la COVID-19 y las crisis humanitarias preexistentes. Según estimaciones del Gobierno de Honduras, 53 000 hectáreas de tierras de cultivo fueron arrasadas, principalmente cultivos de arroz, frijoles y caña de azúcar.
Los efectos ambientales negativos en la tierra incluyen las sequías, los incendios forestales y las turberas, la degradación de la tierra, las tormentas de arena y polvo, la desertificación y la contaminación atmosférica, con implicaciones de gran alcance para la naturaleza y la vida silvestre. Los efectos en los sistemas marinos son, entre otros, la elevación del nivel del mar, la acidificación y la reducción de los niveles de oxígeno de los océanos, la destrucción de los manglares y la decoloración de los corales.