Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa
La primera semana de febrero del presente año, tuve la honrosa fortuna de reunirme en su despacho por unos minutos con el gobernador del Huila, Rodrigo Villalba Mosquera, encuentro que aproveché para llevarle mi primera producción literaria y escuchar interesantes y valiosos comentarios de un hombre experimentado, maduro, sensato, visionario, con espíritu joven y con gran vocación de servicio.
A raíz de este encuentro, recordé aquel comentario emitido por don Carlos Cabrera Villamil (QEPD), en una oportunidad que tuve de dialogar con él y le indagué acerca de los secretos para el logro de su éxito como empresario, y ante mi pregunta me respondió: “Yo le doy mucho crédito a algo que por necesidad me sucedió y fue que ante la ausencia repentina de mi papá cuando yo era aún un adolescente, tuvimos que hacer frente junto a mi hermano de los negocios de la familia, y allí decidí acudir a los amigos de mi papá para poder aprender de agricultura, ganadería y otros temas relacionados con el campo; así que siendo muy joven e inexperto, me rodeé de personas sabias y maduras (adultos), y aprendí mucho, eso es algo que no olvido. Ahora que el de los años soy yo, me rodeo de jóvenes para que me contagien de su buena energía, de ideas renovadas, de su visión y de todo lo que la modernidad, la ciencia, la tecnología y la digitalización ha traído consigo”. Esas palabras las llevo en mi mente, por eso las he citado en dos o tres escritos, reconociendo su origen.
En el diálogo con el mandatario territorial, pudimos abordar un sinnúmero de asuntos de suma relevancia para el Huila, y al final de la charla, me comentó que alguien le había obsequiado un libro escrito por Carlos Julio Lemoine Amaya, titulado “El arte de conversar”, hizo comentarios favorables a este tratado y me recomendó leerlo, así que me puse en la tarea, no solo de buscarlo y comprarlo, sino de leerlo y estudiarlo, encontrando mensajes muy valiosos para la vida (En el trabajo, familia y sociedad).
Quiero traer a colación algunas frases que me parecieron interesantes y que con seguridad se pueden aplicar en la existencia cotidiana: “Vivimos en el mundo que creamos con nuestras conversaciones”. Este aforismo nos enseña que, si nos rodeamos de personas sabias, terminaremos impregnándonos de sabiduría; si nos rodeamos de empresarios, al cabo de un tiempo estaremos fundando nuestra propia empresa; si nos rodeamos de gente honesta, actuaremos correctamente; pero si nos rodeamos de delincuentes, nuestro actuar será otro. Es decir, “somos el resultado de lo que conversamos”; podría decirse, “dime con quién hablas y te diré quién eres” (No es una regla general, pero tiene mucho sentido).
El libro habla de tres conversaciones básicas: “la conversación con el misterio de la vida”, que lo entiendo como aquel diálogo permanente que debe existir con el Amo y Señor del universo; “la conversación con uno mismo”, que interpreto como aquel diálogo permanente con nuestra propia consciencia; y “la conversación con la gente”, en donde se refleja la espiritualidad y la ética, producto de las dos primeras conversaciones.
Por otra parte, propone que existen tres palabras claves: la verdad, la integridad y la confianza. La verdad hace referencia a las maneras como la argumentamos y la demostramos (la verdad). Hay integridad cuando existe coherencia entre la palabra y la acción. Y finalmente, la confianza y la cortesía caminan de la mano, porque si hay verdadera coherencia entre lo dicho y lo actuado, la conversación, cualquiera que sea, teje lazos de unión.
Cierro con la siguiente frase de Martin Buber, “Cuando dos personas se relacionan entre sí con autenticidad y humanidad, Dios es la luz que surge entre ellas”.