DIARIO DEL HUILA, REGIONAL
Catalina Durán Vásquez
Aldemar Nacequia Cano, un integrante de la comunidad indígena Embera del municipio de Tarqui, lleva más de cuatro años trabajando con artesanías en Chaquira.
Según contó el artesano, heredó de sus padres el arte de tejer complejos collares y manillas de vivos colores, trabajo que con paciencia poco a poco ha sacado a su familia adelante.
Indicó que las artesanías Embera no son un trabajo cualquiera. Este arte, complejo sin duda alguna, es solo una de las múltiples maneras de mantener vivas las tradiciones que conectan a los indígenas con sus ancestros.
“Aprendí hacer este trabajo, porque esto no es cualquier cosa, se necesita de mucha paciencia. Con esta artesanía se pueden hacer varias cosas, pulseras, balacas, collares, gargantillas, areticos”, dijo el artesano.
Él también se ha dedicado a las labores de jornalero en Tarqui, pero los últimos meses a raíz de la pandemia, el trabajo ha sido bastante escaso, por tal razón ha fortalecido su trabajo manual y ha sacado a sus dos hijos adelante.
Aldemar es oriundo de Orito- Putumayo y a raíz del conflicto armando huyó junto con su familia y muchos de sus paisanos rumbo al Huila para buscar otra oportunidad de vida.
Actualmente, en el municipio de Tarqui hay 28 familias de la comunidad Embera que se dedican a diferentes laborales con el objetivo de sacar a sus familias adelante; cada uno de ellos están inscritos en el programa de víctimas del conflicto, gracias a esto les dieron un dinero para que ellos pudieran comprar un terreno para que ahí realicen sus viviendas nuevamente.
“El Gobierno nos inscribió al programa de víctimas del conflicto y gracias a eso las 28 familias que en estos momentos nos encontramos en el municipio de Tarqui, pudimos adquirir una tierrita para realizar nuevamente nuestros ‘cambuches’”, indicó Aldemar.
Los accesorios
La vestimenta de los Emberá es particular, a través de las prendas y particularmente de sus accesorios, cuentan historias. Con dientes de mono, huesos y semillas realizaban collares, pulseras y apliques, que fueron suplantando con chaquiras (cuentas o abalorios) de plástico o fibra de vidrio y colores vivos.
Hay accesorios creados para el matrimonio, el nacimiento o un entierro. En los niños se colocan collares negros y rojos y pulseras en la pierna izquierda para el mal de ojo, que deben estar bendecidos para que surtan efecto. Los jóvenes usan pulseras en el brazo derecho si son solteros y en el izquierdo si están comprometidos.
Se combinan chaquiras de diferentes tamaños y colores con los que producen diseños que representan conceptos relacionados con sus creencias y tradiciones.
Las madres les han enseñado a las hijas de generación en generación, las técnicas, el significado de cada color, de los signos y los dibujos, dejando a través del tejido el legado cultural.
La pieza más apreciada es el Okama, collar de alto contenido simbólico y uso exclusivamente femenino. Los varones usan el Otapa, un collar rectangular.