Diario del Huila

El asesinato de un fantasma

Ago 14, 2023

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Por: GERARDO ALDANA GARCÍA

La triste transformación de los valores de la sociedad colombiana que pasó de considerar el respeto a la vida como prioridad versus el menoscabo del mismo, ahora convertido en la normalidad nacional, bien puede recrearse en la novela de Jorge Elías Guebelly, El Asesinato de un Fantasma, en donde un sicario con ideales nacionalistas asume la misión de asesinar a un personaje de una obra de teatro quien, en su puesta en escena encarna el espíritu de la poesía como un modo de vivir que de forma natural alienta la armonía y conjura la disposición del ser humano hacia la guerra y la barbarie, característica que se convierte en el delito que, según el honorable asesino de la novela, debe ser purgado con la muerte pues, alguien así, que en su predicado exhorta a la juventud para que diga no a las armas, no al ejército, no le sirve al país; entonces, dice el sicario, ¿Quién defenderá la patria?.

Para el homicida de fantasmas, cada persona que no esté dispuesta a bañarse en el mar de la guerra y la barbarie como requisito a la auténtica liberación del pueblo y la tranquilidad nacional, no es digno de vivir, y por eso, aquellos que piensan diferente, deben ser eliminados. Resulta sorprendente, en la novela, identificar asesinos y autores intelectuales de homicidios, que consideran a los antivalores en una sociedad como aquellos que deben prevalecer y en cambio los auténticos ligados a ámbitos como la cultura y sus efectos de paz, sean descalificados como enfermedades que aquejan el bienestar del hombre

Esta novela si que nos lleva a descubrir en ella matices de la vida nacional colombiana. De repente, la comunidad que sentía que el Estado es su protector, se ve diariamente acometida por nuevos paradigmas de inseguridad en los que la alta dirección del país, no se pronuncia y, muy al contrario, sus omisiones dejan en claro que esta desatención del pueblo es la nueva normalidad a la cual cada connacional debe acostumbrarse. Un esquema que poco a poco va matando, como en la novela de Guebelly, lo que ya empieza a convertirse en fantasma: la confianza y la fe en la institucionalidad.  Pero otro tanto ocurre con el recurrente flagelo de la corrupción que cada día, cada año, cada elección, burdamente se luce con delitos contra el erario y la fe pública, y fluyen de manera tan tranquila bajo el amparo de un sistema judicial espurio en donde centenares de fiscales y jueces perdieron el pudor a la hora de sus fallos amañados, mismos que incluso ya no asombran a los colombianos pues tales pronunciamientos se volvieron el pan de cada día en los noticieros y redes sociales. Es decir, lo correcto hoy es el delito, ese que hay que celebrar cuando unos pocos llenan sus arcas a costillas de las obras públicas inconclusas o ejecutadas con materiales de mala calidad.  Qué dolor nacional tan grande el de Colombia, un país que se convierte en fantasma, cuyo inconsciente colectivo, la gran madre como decía el médico psiquiatra y psicólogo Suizo Carl Gustav Jung, recibe a cada momento, metrallazos de sicarios; sin piedad alguna, hasta que la muerte de los valores originales de paso a unos nuevos, teñidos de desasosiego, pobreza y sangre.

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