En los últimos días los precios del café han alcanzado máximos históricos. En la Bolsa de Nueva York el café supera los 3.20 dólares por libra, mientras que el precio interno de carga en Colombia ronda los 2 millones 700 mil pesos. Como ha ocurrido varias veces a lo largo de la historia, la bonanza cafetera llega en un momento más que oportuno para el campesinado nacional teniendo en cuenta la situación económica y la falta de ejecución pública que afecta principalmente a las comunidades más vulnerables.
La actual bonanza es una consecuencia de factores globales como el aumento del dólar, las sequías en Brasil que han reducido su producción para esta cosecha, y las fluctuaciones en Vietnam, segundo mayor productor mundial, que tuvo una disminución del 15% en sus exportaciones recientes. Estas tres circunstancias han disparado la demanda por el café colombiano, que está en sintonía también con el auge de los cafés especiales en donde nuestra materia prima juega un rol fundamental.
Adicional a estos factores se debe resaltar el trabajo de los grandes profesionales de nuestra industria, encabezada por Germán Bahamón, presidente de la Federación Nacional de Cafeteros, quien con visión y determinación ha fortalecido la infraestructura logística y comercial de la marca Café de Colombia. En su mandato, la FNC incrementó las exportaciones de cafés especiales un 25%, asegurando que los productores y comercializadores no solo compitan en volumen, sino también en valor agregado, recuperando recursos de la cadena de valor del café que suelen aprovecharse más en destino que en origen.
Más allá de las causas, este momento histórico revela una verdad innegable: como hace 100 años, el café hoy sigue siendo la llave para la transformación rural en Colombia. En regiones golpeadas por la necesidad y el narcotráfico como el Huila, Tolima, Cauca, Antioquia y Nariño, el cultivo de café representa la alternativa más viable, rentable y ejecutable sobre proyectos del gobierno que carecen de la misma infraestructura y demanda internacional.
Mientras la producción de coca crece en cifras alarmantes, el café demuestra ser una industria resiliente y en expansión, especialmente en el segmento de cafés de especialidad donde el país destaca año tras año.
Aunque las malas decisiones públicas y la inestabilidad económica frenan el desarrollo del país, el café florece como una oportunidad tangible y real para garantizar el crecimiento del campesino colombiano. No es solo un cultivo de un commodity, es un modelo probado que genera empleo, exportaciones y marca país, en un contexto donde Colombia urge de ello.
Priorizar la apuesta por el café puede parecer una idea antigua y conservadora, pero es la base más fiable en la actualidad para llevar desarrollo al campo, y hacia allí deben girar las políticas de un gobierno que busque el bienestar de sus ciudadanos más vulnerables.
Con el aroma de un café Entorno, los saludo,
Santiago Ospina López