Aníbal Charry González
No hay duda que el verdadero cambio en el ejercicio de la política como arte de gobierno y en el manejo del Estado para tratar de enderezar el sinuoso rumbo de este corrupto y violento país por cuenta de una clase politiquera contaminada y con voracidad sin límites para robarse el tesoro público en detrimento de nuestro pueblo, que literalmente está aguantando hambre en medio de la violencia y la depredación, cuando este desastroso gobierno de Duque cacarea un crecimiento económico que solo favorece a las oligarquías de siempre que concentran el 80 por ciento de la riqueza nacional: lo representa Gustavo Petro, y por eso será elegido en primera vuelta abrumadoramente el 29 de mayo como presidente, demostrando que por fin, después de 200 años, Colombia despierta para sacudirse de sus expoliadores.
Y por supuesto, no es porque lo haya dicho subliminalmente en las redes el alcalde de Medellín Daniel Quintero, suspendido arbitraria y prevaricadoramente con violación de la Constitución y la Convención Americana de Derechos Humanos por la procuradora que representa al gobierno y no al pueblo, sino porque es un clamor ciudadano que en medio de tantas necesidades insatisfechas y la violación sistemática de los derechos humanos, va a decir basta, eligiendo a Petro como única esperanza de redención reconociendo a un auténtico liberal socialdemócrata que hace propuestas de estadista para sacar de la penuria, el atraso, la corrupción y la violencia a este martirizado país que no ha tenido la oportunidad de ser gobernado por un presidente progresista en toda su historia, y por aquello de que no hay mal que dure 200 años ni pueblo que lo resista, como se demostrará con el inexorable cambio en primera vuelta.
Por eso hago mías las palabras de un excelente artículo que circula por la web de autoría de Luis Napoleón de Armas, sobre esa urgente necesidad de cambio que representa el candidato del Pacto Histórico. “Petro no es un hombre, es la esperanza de un país anonadado, vulnerado y masacrado, Petro no es un mesías, ningún profeta lo ha anunciado, es un costeño del montón con valor civil y con grandes capacidades para gobernar a un país descuadernado, absorbido por una mafia narcoparamilitar y corrupta, integrada por 40 familias centenarias cuya caja menor son las arcas del Estado y los negociones que de este se desprenden y que se han mantenido ahí en nombre de una falsa democracia, más bien una plutocracia que se encumbró, no gracias al trabajo aportado sino al raponazo de las finanzas públicas”. Y yo agregaría como lo he reiterado, al ritmo infame de 50 billones de pesos al año impunemente.
Y el cambio en primera es necesario para que los nadies como lo dijera Francia Márquez tengan por fin representación en un gobierno nacional sensible, para que sean atendidas sus apremiantes necesidades, cumpliendo Petro ese pacto histórico por la vida, y tengamos como dijera García Márquez, esa segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía.
