Todos los lemas y las políticas que se pregonaban del CAMBIO, han terminado contaminadas en forma absoluta por la CORRUPCION.
Sin lugar a dudas el fenómeno de la corrupción en nuestra patria nos permite descubrir día a día, que no tenemos retorno. La práctica con la que se implementan todas las facetas de la contratación y de la vigilancia y del control social, terminan por desalentar cualquier protesta, cualquier reclamo y lo que es peor, cualquier esperanza de un cambio o de una transformación en el rol político institucional o dentro de la esfera de la organización social a la que pertenecemos.
Y en estos momentos en los que nos aprestamos para el proceso electoral, sin control en la contratación pública, como fruto de la pandemia, e incluso dentro de ella, antes o después, todo sigue como si nada pasara y los entes que en alguna ocasión tenían la función de considerarse como “órganos de control” pactados en la Constitución Política de Colombia, terminan siendo los grandes aliados, los silenciosos cómplices de que todo, todo en la infinitud de ésta palabra, quede en la completa y absoluta impunidad y permita que por los pasillos de las instituciones desfilen los cabecillas y usufructuarios de los desfalcos contra los recursos del Estado.
Nada los detiene, todo los alienta, unos pocos medios de comunicación nos alertan sobre hechos y circunstancias que se entretejen en la maraña de la corrupción, pero nos encerramos en palabras manidas, en frases repetidas y en ese escudo de que “todo fue a mis espaldas” y se “harán las investigaciones de rigor” y “llegaremos hasta las últimas consecuencias” e incluso, últimamente se pregona que los funcionarios que están bajo la responsabilidad de dichos actos, recibirán y lo seguirán recibiendo el respaldo total, por cuanto se aplica sin sentido, un lema constitucional: toda persona se presume inocente hasta cuando no se demuestre su responsabilidad, pasé lo que pasé.
Este malestar que crece y que se difunde y que todos conocen y que todos hacen parte del sainete y encubren y silencian de una u otra forma, es utilizado por esas hordas de agoreros de la política que mediante los medios de comunicación paga por ellos mismos, están vaticinando toda una estrategia política para encontrar la forma de convertirse de la noche a la mañana en parte de esa rosca y que ninguno, ninguno de ellos, sea del sector político que se quieran enrostrar o identificar, ninguno de ellos, tiene un soporte o grupo de personas con las cuales podamos entender que algo ha de cambiar.
La razón nos asiste cuando entendemos los epítetos y la forma de calificar a los gobiernos de turno, desde lo que pudiera ser la más alta dignidad de la nación hasta el representante de la más pequeña provincia colombiana, para entender que la corrupción tiene muchas formas de auspiciar elementos que van contra la moral y contra la ética y contra el patrimonio económico.
A ratos consideramos que este ciclo es de nunca acabar, que mediante la fórmula que se quiere erigir como máxima forma de cambio: el voto, nada será posible, por cuanto la cultura y las formas de pensar y las enseñanzas que obtenemos y recibimos a diario nos muestran otro panorama y tienen otra orientación en la que es el ego y todas las formas de exclusión hacia el otro, hacia los otros, la base de la administración pública y privada, descubriendo que esa no es la salida aún y que la democracia no está concebida para el hombre de hoy en territorio colombiano, todo ello nos lleva a bajar la guardia y seguir siendo escépticos y tristemente voceros de una realidad en la que nadie está comprometido, más allá de buscar una forma de aprovecharse del otro, o bien una manera de sacarle tajada al silencio o a la forma de acompañar a tanto corrupto que deambula por todo este país.
Un pueblo inculto no puede hacer el cambio. Un pueblo amancebado con la inmoralidad y con el contubernio desde la función pública, está llamado al fracaso.