Por: Amadeo González Triviño
Ha terminado una legislatura que ha de sacar a este país del caos y de la corrupción y abre las perspectivas para un país mejor, para un país donde la convivencia y el respeto por las instituciones es la señal inequívoca de que aquí no pasa nada y se sigue legislando como lo ha hecho durante décadas, de espaldas a la realidad social y lo peor, desconociendo la muerte de sus líderes sociales, de ciudadanos que levantan su voz y hacen parte de las movilizaciones populares, obreros, trabajadores, estudiantes y campesinos, lo cual se hace contrariando las advertencias que hacen los organismos defensores de los derechos humanos a nivel internacional, frente a la situación de orden público que estamos viviendo. Como dicen muchos, el paro no era contra el CONGRESO y por ello, siguieron en su LEY.
El Congreso de la República hace parte de las ramas del poder público, y por consiguiente tiene su autonomía y direcciona los procesos políticos que desde el poder legislativo se encaminan hacia el cumplimiento de los presupuestos programáticos de su política de gobierno, e incluso, tiene tal facultad y tal direccionamiento que es la encargada de diseñar, modificar o legislar sobre la funcionalidad de la justicia, la organización de la misma y por consiguiente, termina siendo el instrumento para que con el poder legislativo, se acomoden las leyes, se acomode el orden de paz y convivencia nacional o bien, es factor decisivo en el mantenimiento de las formas que desquician la sociedad desde la médula de sí misma.
Hoy en día, cuando se analizan las secuelas de sus proyectos de ley aprobados, sacan pecho y se destacan normas trascendentes que rompen con una vieja tradición, como lo es que los apellidos de los hijos lleven el de la madre o el del padre, o en últimas, sea una lotería, como si éste fuera posible jugarse al azar.
Se pregona por algunos convencidos e ilusos que la caída de la reforma tributaria y de la reforma a la salud, fueron consecuencia directa de las movilizaciones populares. Qué engaño, qué falacia. Todo es parte de un proceso orquestado en el que se han fortalecido sectores políticos que siempre han permanecido a la deriva de la realidad y que se verán recompensados en las próximas elecciones como siempre, reelegidos o eligiendo a los que ellos señalen, y colocando en los puestos claves de la administración pública, desde el Gobierno Nacional, Departamental y Municipal, a sus comodines y funcionarios que son repetidores de un quehacer que no transforma, que no aporta y que nos representan ante el panorama nacional, como una clase política inepta, incapaz y sectaria hasta la saciedad.
Colombia tiene que adquirir un proceso cultural donde el amarillismo de los medios de comunicación sea entendido como parte de lo más nocivo que nos ha tocado soportar y podamos persuadirnos de que seguiremos por muchos años siendo víctimas de una desidia y de un abandono total del establecimiento hacia las clases populares, hasta el punto de que no se avizora ninguna perspectiva que nos rescate de esta debacle en la que estamos inmersos.
La política ha demostrado por parte de los agentes que la ejercen en Colombia, que es un instrumento de poder para beneficio de unos pocos, que el sensacionalismo con el que se legisla tiene tal virtud, de engañar y de engatusar a los colombianos para que permanezcan fieles a los postulados de la resignación y de la miseria.
No queremos ser pregoneros de infortunios, pero es equivocado en estos momentos, considerar que el Congreso de la República, haya tomado la más mínima iniciativa en beneficio de los habitantes de ésta nación, y llegar incluso a aprobar una ley, para reducir el horario laboral por semana, es un esperpento que tiene ribetes de otro sentido y con otro carácter, fuera de ser realmente un beneficio que tendría que incrementarse con políticas económicas para que los trabajadores, un mejor salario, que invirtieran un mayor tiempo en la educación de sus hijos, en la recreación, y especialmente en la preparación intelectual, cultural y social de su entorno al que pertenecen. Mientras tanto, todo será parte de esa demagogia que ha de ser saboreada en las próximas elecciones con mil tonalidades de politiquería barata y de afán electorero, como ya se anticipa.