Pedro Valenzuela Gruesso
Aunque el concepto de genocidio es relativamente reciente –lo acuñó el abogado polaco Raphael Lemkin poco antes del fin de la Segunda Guerra Mundial–, el crimen ha sido una práctica inveterada de la humanidad. En épocas y contextos geográficos diferentes, lo han perpeterado actores estatales y no estatales, independientemente de su ubicación en el espectro político.
Entre los genocidios del siglo XX, el Holocausto ha captado la mayor parte de la atención. Sin embargo, no fue el primero ni el último de esa centuria. Lo precedieron el exterminio del pueblo Herero en 1905, a manos del ejército alemán en lo que hoy conocemos como Namibia, y el del pueblo armenio, a manos del ejército otomano y milicias kurdas durante la Primera Guerra Mundial.
La aprobación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio en diciembre de 1948 no logró poner freno a este “crimen de crímenes”. En Camboya, por ejemplo, los Jemeres Rojos asesinaron a 2.000.000 de personas en un período de cuatro años (1975-1979); la Comisión para el Esclarecimiento Histórico determinó que el ejército guatemalteco había cometido “actos de genocidio” contra los pueblos mayas entre 1978 y 1984; en Ruanda, 800.000 Tutsis fueron asesinados entre abril y julio de 1994.
El genocidio en la región de Darfur en Sudán frustró casi inmediatametne las expectativas generadas por la entrada en vigor del Estatuto de Roma y el establecimiento formal de la Corte Penal Internacional en 2002 con el propósito de conocer “los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto” –genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y el crimen de agresión–.
Aunque durante el último año la atención se ha centrado en los ataques de Israel en la franja de Gaza, varios casos de matanzas de civiles están actualmente en curso. En Darfur, se ha reanudado el genocidio contra la población no árabe; extremistas islámicos en Nigeria llevan a cabo el “genocidio silencioso” contra los cristianos; Turquía se ha cebado contra kurdos y yazidíes en el norte de Irak; en Myanmar, las víctimas son las minorías étnicas, especialmente el pueblo Rohingya, y en China, los musulmanes uigures. La lista es larga.
El abanico de víctimas podría ampliarse si no nos limitáramos a mencionar únicamente casos que involucran a los cuatro grupos protegidos por la Convención y el Estatuto de Roma (étnicos, religiosos, nacionales o raciales) e incluyéramos otros grupos sociales, o incluso políticos, como lo hacen los códigos penales de Colombia y otros países.
Desde su origen a comienzos del siglo XXI, la “Responsabilidad de Proteger” abrió una luz de esperanza al enfocar el problema desde la perspectiva de las víctimas. Así, los estados no solo tendrían la obligación de respetar los derechos de la población, sino también la de emprender acciones colectivas en caso de alguna falla manifiesta en ese sentido. El uso de la fuerza sería el último recurso, previo cumplimiento de algunos requisitos.
No obstante, la decisión de una intervención militar por parte de Naciones Unidas está en manos del Consejo de Seguridad. La resolución que la autorice debe ser aprobada por una mayoría de 9 votos (de 15), siempre y cuando ninguno de los cinco miembros permanentes (EEUU, Rusia, Francia, Reino Unido y China) se oponga. Este poder de veto convirtió al Consejo de Seguridad en una institución inoperante durante la Guerra Fría y hoy lleva frecuentemente a su parálisis. El veto ha impedido la intervención en las crisis humanitarias de Siria, Yemen, Myanmar, Sudán, Ucraina y Gaza, entre otros casos.
Sin desconocer los méritos de su trabajo en tantas áreas, Naciones Unidas está en mora de adelantar una reforma que la haga aún más relevante en la promoción y salvaguarda de los derechos humanos. Dicha reforma necesariamente ha de tocar los privilegios de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, cuyas decisiones están en buena parte determinadas por intereses frecuentemente contrarios al espíritu y la letra de la Carta de Naciones Unidas. ¡He ahí el detalle!