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El debate sobre los nuevos tratamientos para el alzheimer

Sep 25, 2024

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Los medicamentos Leqembi y Kisunla han generado un intenso debate en el mundo de la medicina. Mientras algunos los ven como una esperanza en la lucha contra el Alzheimer, otros cuestionan su eficacia real y advierten sobre sus altos costos y riesgos. Las posturas divididas reflejan un desafío más amplio sobre la accesibilidad y la justicia en la atención médica.

DIARIO DEL HUILA, SALUD

La introducción de los medicamentos Leqembi y Kisunla ha sido vista por muchos como un punto de inflexión en la lucha contra el Alzheimer, una enfermedad devastadora que afecta a decenas de millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, el debate sobre su verdadera efectividad, accesibilidad y costos ha polarizado a la comunidad científica, médica y a los responsables de la formulación de políticas de salud pública. Para algunos, estos fármacos representan un rayo de esperanza en un campo que durante décadas ha estado plagado de fracasos y promesas incumplidas. Para otros, estos tratamientos no son más que una nueva manifestación de un sistema que genera expectativas irreales y prioriza los beneficios comerciales sobre las verdaderas necesidades de los pacientes.

Leqembi y Kisunla: los medicamentos en el centro del debate

Leqembi, basado en la molécula lecanemab y desarrollado por Biogen y Eisai, y Kisunla, creado por Eli Lilly a partir del anticuerpo donanemab, son los dos nuevos fármacos que han sido promocionados como las mejores opciones actuales para ralentizar el progreso del Alzheimer. Ambos medicamentos actúan sobre las placas de proteínas amiloides en el cerebro, que han sido señaladas como un factor clave en el desarrollo de esta enfermedad neurodegenerativa.

El concepto detrás de estos tratamientos no es nuevo. Desde los años 90, la hipótesis de la «cascada amiloide» ha dominado la investigación sobre el Alzheimer, argumentando que la acumulación de estas placas es lo que desencadena el daño cerebral que lleva a la pérdida de memoria, el deterioro cognitivo y, en última instancia, la incapacidad funcional de los pacientes. Siguiendo esta teoría, los medicamentos como Leqembi y Kisunla se han diseñado para eliminar o reducir la formación de estas placas. En teoría, esto debería ralentizar el avance de la enfermedad, ofreciendo a los pacientes más tiempo de independencia y una mejor calidad de vida.

Promesas y limitaciones

Sin embargo, aunque los ensayos clínicos han mostrado que ambos fármacos pueden ralentizar el declive cognitivo en un 30 % durante un período limitado de tiempo, muchos expertos han expresado su preocupación por la magnitud real de estos beneficios. Para el neurólogo Rob Howard, de la University College de Londres, las expectativas que se están creando en torno a estos medicamentos son exageradas y podrían terminar generando más frustración que alivio en los pacientes y sus familias. Según él, los beneficios son marginales y a menudo apenas perceptibles en la vida diaria de los pacientes, lo que plantea la pregunta de si estos tratamientos realmente valen la pena.

Este escepticismo se ve reforzado por los efectos secundarios asociados a ambos fármacos, que incluyen edemas cerebrales en un porcentaje significativo de los pacientes tratados. En algunos casos, estos efectos han sido fatales, lo que ha llevado a cuestionar si el riesgo de los tratamientos supera los beneficios. A esto se suma el elevado costo de los medicamentos. En Estados Unidos, el precio del tratamiento con Leqembi ronda los 26,500 dólares anuales, una cifra inalcanzable para muchos y que, de extenderse a Europa, representaría un gasto insostenible para los sistemas de salud pública.

La enfermedad tendría su origen en la llamada “cascada amiloide”, descrita en 1992 por Hardy.

Diferencias en la aceptación mundial

La disparidad en la aceptación de Leqembi y Kisunla en diferentes partes del mundo refleja las tensiones existentes entre las promesas de la industria farmacéutica y las realidades de la política de salud pública. Mientras que Estados Unidos ha aprobado ambos medicamentos, la Unión Europea ha optado por no autorizar el lecanemab, citando dudas sobre su verdadera eficacia y su costo-efectividad. El Reino Unido, por su parte, ha adoptado una postura intermedia, autorizando el uso del lecanemab pero negándose a financiar su reembolso a través del Servicio Nacional de Salud (NHS).

Este enfoque dispar ha generado un debate más amplio sobre la equidad en el acceso a los tratamientos para el Alzheimer. En palabras del biólogo John Hardy, quien ha sido un defensor clave de la hipótesis de la cascada amiloide, esta situación podría generar una desigualdad significativa entre los pacientes más ricos, que pueden permitirse pagar estos tratamientos en Estados Unidos, y aquellos en Europa, donde las opciones serían más limitadas. La preocupación por una brecha sanitaria cada vez más profunda está creciendo, y la pregunta es cómo las autoridades sanitarias globales podrán garantizar que los avances médicos lleguen a quienes más los necesitan, independientemente de su capacidad de pago.

El peso de la historia: fracasos pasados y escepticismo presente

Una de las razones por las que la controversia en torno a Leqembi y Kisunla ha sido tan intensa es la historia de fracasos en la búsqueda de un tratamiento eficaz para el Alzheimer. Durante décadas, la comunidad científica ha trabajado con la esperanza de encontrar un medicamento que pueda detener o revertir el progreso de la enfermedad. Pero a pesar de las enormes inversiones en investigación y desarrollo, la gran mayoría de los ensayos clínicos han terminado en decepción.

Uno de los ejemplos más notorios de esta tendencia fue el caso del Aduhelm, un tratamiento previo de Biogen que fue aprobado por la FDA en 2021, a pesar de que sus ensayos clínicos no demostraron de manera concluyente su eficacia. La controversia en torno a esta aprobación fue tan grande que muchos expertos dentro de la misma industria la criticaron duramente, y el medicamento fue finalmente retirado del mercado. Este episodio ha dejado una sombra de duda sobre cualquier tratamiento nuevo que siga un enfoque similar, y muchos se preguntan si Leqembi y Kisunla están destinados a sufrir un destino similar.

Dos nuevos medicamentos que prometen ralentizar la enfermedad de Alzheimer generan controversia en el mundo de la medicina.

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El futuro del tratamiento del Alzheimer

Aunque la introducción de Leqembi y Kisunla ha reavivado las esperanzas de algunos sectores, también ha puesto de relieve la necesidad de explorar nuevas vías de tratamiento. Si bien la hipótesis de la cascada amiloide ha sido central en la investigación del Alzheimer durante más de tres décadas, hay una creciente aceptación de que esta enfermedad es mucho más compleja de lo que inicialmente se pensaba. Algunos investigadores están comenzando a enfocarse en otros mecanismos que podrían estar involucrados en la progresión de la enfermedad, como la inflamación cerebral, el metabolismo de la glucosa y los factores genéticos.

En este sentido, los avances en el diagnóstico temprano del Alzheimer también podrían jugar un papel crucial en el futuro. Con nuevas tecnologías que permiten identificar la enfermedad antes de que los síntomas se hagan evidentes, existe la esperanza de que los tratamientos, incluidos Leqembi y Kisunla, puedan ser más efectivos si se administran en las primeras etapas de la enfermedad. Sin embargo, este enfoque también plantea nuevos desafíos, como la necesidad de pruebas de diagnóstico más accesibles y la capacidad de los sistemas de salud para identificar y tratar a los pacientes en las primeras fases.

El reto de la accesibilidad y la equidad

Finalmente, el debate sobre Leqembi y Kisunla ha puesto sobre la mesa una cuestión fundamental en la medicina moderna: el equilibrio entre innovación y accesibilidad. Los avances científicos en el tratamiento del Alzheimer son indudablemente un logro importante, pero su verdadero valor radica en la capacidad de hacer que estos tratamientos estén disponibles para todos los pacientes, sin importar su situación económica o el país en el que vivan. Las autoridades de salud, los laboratorios y los gobiernos tendrán que trabajar en conjunto para garantizar que los progresos en la investigación no solo beneficien a una élite, sino que lleguen a las personas que más lo necesitan.

En definitiva, aunque Leqembi y Kisunla representan un avance en la lucha contra el Alzheimer, el camino por recorrer sigue siendo largo y lleno de desafíos. La ciencia médica deberá continuar explorando nuevas estrategias y abordajes, mientras que las políticas de salud deberán centrarse en garantizar el acceso equitativo a los tratamientos, para que cualquier avance en la investigación pueda traducirse en una mejor calidad de vida para todos los pacientes que enfrentan esta devastadora enfermedad.

“¿Por qué sociedades sabias respaldaron medicamentos que no tienen ningún interés?”, se pregunta Christian Guy-Coichard, presidente de Formindep, un organismo que vigila los conflictos de intereses.

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