Mientras exista una turbulencia de los mercados mundiales, el dólar, el petróleo y la inflación mantendrán unos comportamientos inesperados en sus indicadores económicos. Los vientos de incertidumbre que rodea la economía colombiana, por las decisiones que han tomado las autoridades monetarias del país, se han empeorado, con los sucesos que actualmente presenta el escenario internacional. La tasa de cambio depende de lo que suceda en el ámbito internacional, así algunos sectores de la opinión del país afirmen lo contrario. Estamos viviendo momentos difíciles, y están por llegar los más difíciles. Al gobierno del presidente electo, le esperan momentos de incertidumbre, lo cual, obliga a su equipo económico a generar y a tomar decisiones coherentes con la realidad nacional e internacional, para buscar un equilibrio en sus finanzas públicas.
Después de tres jornadas consecutivas a la baja por el temor a una recesión mundial, los precios internacionales del petróleo se recuperaron, con un indicador de 101,07 dólares. Sin embargo, el dólar ha tenido un decremento durante tres días consecutivos, cuyo valor se ubicó en $4.395,63 al cierre del mercado cambiario el pasado viernes. Por los menos se logró cambiar la tendencia alcista que ha mantenido la divisa que llegó a tener un máximo histórico de $4.627,46. Aunque favorece a los exportadores y afecta a los importadores y por ende, al bolsillo de los colombianos.
El fuerte encarecimiento del dólar frente a las monedas del mundo, entre las que se cuenta el peso colombiano, que este viernes se situó como la segunda más devaluada de Latinoamérica. Pero la fiesta se nos puede dañar, ante la llegada de una inminente recesión en Estados Unidos y una desaceleración global. Lo anterior puede llevar a la economía colombiana hacia una encrucijada que requiere de acciones contundentes que permitan mitigar los efectos negativos de esta coyuntura internacional. El grueso de las causas de la fuerte devaluación, son externas: guerra en Ucrania, volatilidad del petróleo, altos costos de algunas materias primas, inflación galopante en todos los países y subida de tasas de interés para atajarla por parte de los bancos centrales, entre otros aspectos más particulares en cada país.
El gran problema de cara a la canasta familiar es que 20% de los productos que la componen, son importados y la tasa de devaluación del peso no ayuda, pues se cotiza muy por encima de $4.000. Una jugarreta del destino que los pone en orillas distintas, luego de que el mantra de la nueva administración es que el Banco de la República debe preocuparse también por la economía y no obsesionarse por combatir la inflación subiendo las tasas. De momento todo se ve complejo: un dólar camino a los $5.000 y una inflación indómita de 10%, en un segundo semestre que no pinta tan dinámico como los anteriores.
