Alfonso Vélez Jaramillo
Los males de nuestra patria colombiana ya no son solo la guerrilla, los paracos, el narcotráfico y la minería ilegal y sus daños contra la población.
Estos flagelos peligrosos, dañinos y condenables, están pasado a segundo plano. La concentración de medios de comunicación en poder de los grupos económicos amenaza de manera directa y peligrosa la democracia.
En Colombia se puede ejercer la libertad de empresa en cualquier actividad económica y crecer generarando riqueza y desarrollo, si su negocio se lo permite lícitamente.
Sin embargo, este monopolio de la prensa no quiere dejar pensar libremente a la ciudadanía, se nota a leguas que manipulan la información en sus medios.
La perceptible oposición del fiscal, la procuradora y el Centro democrático, aupados por Semana y otros medios huertanos del poder, contra el presidente Petro es grave, es vergonzosa y genera mucha preocupación.
Claro está que el presidente ha cometido errores garrafales con el nombramiento de inexpertos, faltos de peso y vivos en su gabinete y cargos de mucha responsabilidad, aportando el insumo a la enfilada oposición, que no le perdona una.
Pero hay que decirlo sin temor, hay periodistas mentirosos con amistades de dudosa reputación sin temor a señalamientos, ni al escarnio público a quienes la vergüenza les pasa en avión.
Viven haciéndole daño al periodismo, no tienen vergüenza para mentir ni disfrazar la noticia editorializada y actúan de manera deliberada como Vicky Dávila y Salud Hernández, dos víboras, con señalamientos bravos, a quienes la vergüenza se les perdió cuando se escindieron la moral y la ética de la legalidad, y no se fruncen.
En Colombia los oligopolios manejan la clase política con sus poderosos medios de comunicación y coinciden con el Centro Democrático por tener ambos intereses multimillonarios, por cuya razón se han unido abiertamente contra las reformas que impulsa el nuevo Gobierno.
La oposición es un derecho constitucional en una democracia participativa como Colombia, lo pernicioso surge cuando no se dice la verdad, se tergiversa una noticia o no se permite a la ciudadanía pensar libremente.
Hay medios, orgullosos de poseer sendos manuales de estilo y de ética, especialmente la Revista Semana, Caracol, RCN y sus periodistas paradójicamente manipulan noticias bajo el influjo de sus intereses.
La ciudadanía no puede perder su libertad, son legados valiosos y fundamentales que alimentan su existencia y su vínculo sociológico y el respeto por la institucionalidad, y en este caso el periodismo es el soporte democrático.
El periodismo y la justicia son herencia de la “Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, adoptada por la ONU, después de los horrores cometidos contra la población durante la segunda guerra mundial.
La información veraz y oportuna es el cimiento principal de una democracia sana, que en Colombia viene siendo distorsionada de manera frentera para promocionar escándalos y tapar otros peores que pululan en el ambiente popular.
Una cosa es informar y otra opinar. La gente sabe que la intención es generar un enfoque distorsionado de la realidad nacional, a propósito de las grandes reformas que necesita el pueblo y su democracia, por la cuales se ha librado una guerra de más de 70 años.
Y como el objeto es crear un clima de incertidumbre, y buscar el regreso de la derecha al poder en las próximas elecciones, estamos asistiendo al entierro del buen periodismo creador y generador de opinión que respetaba a los colombianos y al país, como los Yamid, los Gossaín, los Castro Caicedo y los Guillermo Cano.
Una columna de opinión o un editorial de un medio de comunicación es tradicional, siempre han existido, otra es tergiversar, omitir o inflar unos hechos de manera intencional.
El derecho a la información es insoslayable, con la responsabilidad, de acuerdo con la libertad y las obligaciones determinadas en la Constitución y la ley.
Este grupo que llamo “Toconpe” (todos contra Petro) en Bogotá, no mide las consecuencias y ha puesto en estado alerta a “la otra Colombia” porque los ven y los sienten atentando contra la democracia. Por atacar a Petro y no dejarlo gobernar les hacen daño a todos los colombianos,
“La otra Colombia” es la de las regiones, donde se vive el conflicto armado, donde le ponen el pecho y se sufren las inclemencias de la inseguridad, donde se sienten las necesidades que en Bogotá solo ven en televisión, donde los medios regionales, alternativos y las redes sociales son sus herramientas.
Por cuya razón la dirigencia política, cívica y gremial y el pueblo en los departamentos y municipios debe mantenerse unida y no permitir que nos importen este nuevo flagelo a las regiones, porque una cosa es el debate nacional por el poder y otra es la realidad nacional de “la otra Colombia” que sufre sus agresiones disfrazadas de periodismo.
Termino este escrito con el expresidente de la Corte Constitucional José Gregorio Hernández «La manipulación de la información, desvirtúa la misma información, perjudicando el periodismo, a los ciudadanos en general, y la democracia».