Por: Ernesto Cardoso Camacho
La expresión galimatías tiene un claro significado etimológico que se refiere a un lenguaje revuelto, confuso, imposible de desenredar o entender. Su origen viene del francés y del griego. Por otra parte, en su significado literal, según wilkipedia, lo describe como “un lenguaje complicado y casi sin sentido, embrollado, lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de las ideas…..”.
Partiendo de tales definiciones no es descabellado afirmar que la protesta social a la que nos hemos visto sometidos, la podríamos describir como un verdadero galimatías.
El origen de las protestas es bien conocido. La evidente desigualdad social donde se han acumulado privilegios en favor de la clase política y de los sectores más pudientes de la sociedad; en detrimento de las oportunidades especialmente para los más jóvenes; quienes luego del esfuerzo personal y de sus familias, se han hecho técnicos, tecnólogos o profesionales, y al salir al mercado laboral tanto la sociedad como el Estado no les ofrecen oportunidades de movilidad económica y social.
De otro lado, el detonante que originó la explosión y el malestar anárquico que estamos enfrentando, estuvo por cuenta del gobierno Duque, con su inoportuna y absurda reforma tributaria que no socializó previamente con las fuerzas políticas del congreso, ni explicó con claridad a la opinión ciudadana.
Nadie desconoce la gravedad de la crisis fiscal que aqueja al Estado representado en alta deuda pública; enormes compromisos de gasto social derivados de la pandemia, así como la imperativa necesidad de incrementar los ingresos para equilibrar el gasto público. Sin embargo, es evidente el excesivo gasto burocrático en todas las ramas del poder público.
En una circunstancia de esta naturaleza, el deber ético y moral del gobernante es dar ejemplo de austeridad y proceder a recortar el tamaño del Estado y su consecuente despilfarro de recursos enfrentando con eficacia la rampante corrupción política.
En una crisis económica y social tan inesperada como profunda causada por la prolongada pandemia, el desempleo; la extensión de la pobreza y de la miseria; y la quiebra de pequeñas y medianas empresas; no eran ciertamente el escenario adecuado para proponer un incremento en los impuestos.
En tales condiciones, la protesta era inevitable. Comenzó contra la reforma tributaria que era predecible que naciera muerta, y poco a poco se ha ido extendiendo a otras demandas económicas y sociales, con las cuales han colocado al gobierno y a las instituciones democráticas contra la pared. Las masivas marchas, muchas de ellas pacíficas donde los jóvenes han sido los grandes protagonistas, derivaron en vandalismo terrorista que se agudiza con los bloqueos de corredores viales estratégicos buscando ahondar la crisis.
Así es claro entonces que el avispero alborotado por la imprudencia y tozudez del presidente y de sus inexpertos asesores, obtuvieron el rechazo indignado de la inmensa mayoría de la población, inclusive de su propio mentor y jefe del partido de gobierno.
Con el rancho ardiendo como se dice coloquialmente, han adoptado la estrategia del diálogo social, sin caer en la cuenta que en este escenario tan caótico cada sector económico o social o cada movimiento ciudadano; exigirá para sí la solución de sus respectivas dificultades que terminarán en un pliego de necesidades imposibles de satisfacer por su enorme costo fiscal. Es decir, contribuyendo eficazmente al galimatías.
Resolver un Estado democrático todas sus falencias fiscales, es imposible si no incrementa sus ingresos; dado que ellos constituyen los impuestos que deben pagar sus contribuyentes, cuando al mismo tiempo éstos no tienen como hacerlo, pero además demandan soluciones a sus dificultades que necesariamente implican gasto público.
Escuchando la magistral exposición del gran pensador argentino AGUSTIN LAJE sobre la teoría de la REVOLUCIÓN MOLECULAR; a la que algunos como Uribe le agregan el adjetivo de DISIPADA; se entiende con total claridad que estamos frente a una grave explosión social que corre el alto riesgo de expandirse, en forma similar a como se ha expandido el coronavirus. Y lo grave es que, para algunos despistados, la vacuna pareciera ser el gobierno de la revolución bolivariana de Petro.