Según los anales de la historia laboral, fue a finales del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II de España, que por primera vez se aplicó una jornada laboral de 8 horas. Decisión que tuvo como base, la salud de los trabajadores, pues se tomó como criterio para aplicarla a los trabajos que obligaban a permanecer de forma prolongada en exposición al sol. La aplicación de esta norma generó tan buenos resultados, que se extendió a otros sectores productivos, y se fueron difundiendo por el planeta, incorporándola a las costumbres, legislaciones y economías de cada país.
En el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), se puede observar que, el promedio semanal de horas efectivamente trabajadas en un número importante de países es 37; un referente que no tiene relación con el límite fijado por las leyes de cada país, sino con resultados de encuestas. Entre los miembros de la OCDE, los países donde se trabaja más horas a la semana son Colombia, Turquía, México, Costa Rica, Sudáfrica y Chile.
Para el caso de nuestro país, la recientemente expedida ley 2101 del 2021, por medio de cuál se reducirá gradualmente a partir del año 2023 la jornada laboral del 48 a 42 horas, ayudará a mejorar el bienestar, la salud física y mental de los trabajadores y, de paso, el lugar que ocupamos en el ranking elaborado por la OCDE, que no nos deja muy bien parados en el ámbito internacional. Ley que, por cierto, no fue muy bien recibida por los gremios de la producción, quienes manifestaron que la misma encarecerá la creación de empleo.
Creo que es hora de adaptarnos y ponernos a tono con las nuevas realidades laborales que vive el mundo y de paso romper vetustos paradigmas, así como la eterna tensión entre patronos y trabajadores. La cantidad de horas/hombre trabajadas al día no necesariamente guarda directa relación con la productividad y con la rentabilidad. El gran secreto es hacer que la que la calidad de vida de los trabajadores se mejore, que se mejoren las condiciones laborales, el ambiente laboral, la continua capacitación, así como la orientación hacia las personas, antes que a los procesos y los resultados.
