Diario del Huila

El matrimonio no es un contrato, es una alianza por amor

Oct 2, 2021

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Desde los comienzos de la creación la pareja humana es lo que da sentido a todo lo existente. La soledad física y espiritual del hombre creado  a imagen y semejanza de Dios no se vio colmada sino cuando el Señor dueño de toda las cosas le presentó a la mujer sacada de su costado.

El reconocimiento del primer hombre no se hizo esperar: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. El significado de la palabra “mujer” es porque ha salido del hombre. La fidelidad, la unidad y la indisolubilidad  no son  un invento de la Iglesia,  son las cualidades del proyecto del amor de Dios hacia la pareja: “Por eso… el hombre se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Gén. 2,24).

Este es el punto de partida, que repite el Señor en este Domingo 27 del tiempo Ordinario ante la pregunta capciosa de los hombres fariseos sobre si es lícito o no el divorcio: “Al principio no fue así como en los tiempos de Moisés, porque los creo hombre y mujer, de modo que ya no son dos sino una sola carne: Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Esto es lo fundamental para no ser tercos y seguir buscando escapatorias para romper el vínculo sagrado por cualquier circunstancia.

Jesús quiere llegar más lejos de dar una simple respuesta de ocasión de lo que ordenó Moisés para contemporizar con la costumbre difícil de erradicar por la dureza de los hebreos.

“Lo que Dios ha unido”. Esta frase es muy profunda y nos lleva a serias reflexiones sobre lo fundamental de matrimonio cristiano. Lo que Dios une no son solamente los cuerpos, sino las personas conscientes, maduras y con fe en la unión.

Los fracasos matrimoniales no provienen del sacramento, por eso no es cierta la frase de que el “matrimonio está en crisis”. La crisis es de las personas no de las instituciones. Esa forma de expresión es una escapatoria para no reconocer los propios errores en la elección, en el proceso y en el ejercicio del amor verdadero, y buscar compensaciones engañosas.

Muchos hoy van al matrimonio con mentalidad divorcista, con inseguridades mutuas, sin preparación esmerada, motivados por embarazos no deseados,  por fuerza de la pasión o por conveniencias familiares o económicas.

Cuando lo fundamental anda mal, los resultados serán siempre fracasos en cualquier situación humana. Un negocio, o un contrato cuando no se analizan  ni el proyecto, ni los recursos, ni las estrategias seguramente que tendrán  malos resultados y pérdidas irreparables. Esto es aplicable  al gran negocio  y a la gran empresa de unirse el hombre y la mujer para toda la vida.

Jesús no es tan ingenuo como para ignorar lo difícil de una relación de pareja o el clima insoportable al que llegan ciertos matrimonios, o el sufrimiento de los hijos, o las aberraciones que se producen en ciertas familias. Nada de eso ignora y por eso se opone al divorcio que es la expresión de la falta de inteligencia, de comprensión, de amor y de fidelidad.  Tampoco su Iglesia ignora todo esto cuando entiende que ni la sola ley hace que dos personas se amen, ni la sola ley puede solucionar la falta de amor o la ruptura del mismo.

No se impone un yugo, ni se garantiza un simple contrato; se hace una alianza religiosa de amor, que se vuelve sacramento con el aval de que Dios está siempre presente cuando existe el verdadero amor, es decir “lo que Dios ha unido”.

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