Los neivanos nos hemos acostumbrado a vivir en una ciudad con un proyecto “fallido” de desarrollo económico y social. Acá no pasa nada o mejor pasa mucho y no pasa nada. Se fueron Bavaria, Coca Cola y Gerfor; fracasaron Conasa, Procefrutas y la compañía de juguetes; nos vendieron Betania y nos metieron el Quimbo; nos hablaron de apuestas productivas y de ser líderes en competitividad; nos vendieron la idea de un parque isla y de un malecón; de que somos la capital del Rio Magdalena y gran destino turístico; todo esto ha resultado ser una farsa, pero costosa, allí hay “billones” de nuestras regalías, invertidas de manera fallida pero con grandes beneficiarios que aún ostentan el poder.
Neiva reclama algo diferente por eso he insistido en un “acuerdo para vivir mejor” donde se privilegie el diálogo y la construcción colectiva, entre todos, para que la ciudad pueda avanzar y recuperar el tiempo perdido. Para lograrlo la institucionalidad debe de estar para sumar siempre y para entender las nuevas dinámicas de ciudad en las que todos debemos de poner nuestro empeño para que a Neiva le vaya bien, por ejemplo, los comerciantes necesitan nuestro apoyo para mejorar sus ventas y seguir progresando.
La mejor manera de trabajar hoy es en equipo y de manera colectiva. El tiempo y la época en los que una institución o un líder hacían la diferencia se acabaron, las cosas cambiaron, tenemos una nueva lectura de la realidad donde todos tenemos que generar nuevas competencias, nuevos aprendizajes sobre cómo hacer las cosas, el mundo se volcó hacia las redes y hoy se privilegian las sinergias, el trabajo colectivo y colaborativo, es la manera de trabajar en la actualidad.
Estamos construyendo una nueva realidad, pocos parecen tener claridad y conciencia de este proceso. Preocupa una ciudad donde nadie levanta la voz, donde se respira un conformismo o especie de complicidad colectiva con años de ausencia de verdaderos procesos de construcción de ciudad.
Recibimos de nuestros ancestros una ciudad pujante, con una sociedad neivana donde primaban los valores y principios éticos y morales por encima de todo y así lo hemos recordado con varios amigos contemporáneos, por eso no creemos sea justo y responsable con nuestros hijos seguir dejando la ciudad en manos de quienes la han llevado a lo que es hoy.
Llegó el tiempo de actuar por Neiva, de repensar la ciudad, su modelo de desarrollo y volver a encausarla por la senda cordial y de progreso que nos enseñaron nuestros ancestros. La invitación es a que se acabe el “meimportaculismo” de los neivanos.
