La crisis actual, nacional e internacional, como hemos podido observar, se basa fundamentalmente en el miedo.
Es normal que el ciudadano sienta un miedo respetuoso, hacia el Estado, desde los mismos orígenes de este, pero es originado precisamente por esa aceptación intrínseca, que el ciudadano realiza al entender que debería existir alguien superior al individuo que regulara las relaciones ciudadanas y de estas con el Estado.
Ese miedo, en las actuales circunstancias de la humanidad, muchos dicen producto de la globalización, pero además de eso, entiendo que se han violentado todas las fronteras, entre ellas, las de la justicia.
La globalización, ha traído por ese desbordamiento de los límites, aceptados por las instituciones, el surgimiento del llamado estado profundo, que en síntesis, podemos decir, que se trata del desmadre de gran parte de la sociedad, con el consentimiento e incapacidad de los gobernantes, para enfrentar procesos anormales que invitan al desorden, a la generación de crisis endémica por ausencia de autoridad, de orden, y el ejercicio de la libertad dentro del orden.
Esos asaltos delincuenciales a las instituciones, para habilitarlas y dirigirlas hacia ese estado profundo; propuesto por el comunismo internacional o como quiera llamársele, han hecho que la barbarie, que incluye la renuncia deliberada a administrar justicia, la negativa a retomar el camino originario de un Estado que genere confianza, respeto por las libertades, pero dentro del orden, son la razón para la debacle social existente.
Toda actividad está generada, no por el miedo respetuoso al Estado, sino por ese miedo enfermizo llevado al odio y al resentimiento, donde la injusticia se convirtió en justicia, la renuncia tacita del Congreso a sus funciones, y aparecen todos los males, hoy endémicos, la corrupción parida por el narcotráfico donde se niegan los valores humanos.
La entrega de las instituciones al delito, llegando a entender, que este es la norma de conducta a seguir; la incapacidad reconocida para reformar instituciones, el miedo a reformarlas por retaliaciones posteriores, en ese maridaje delincuencial entre ellas, el miedo a proponer y anunciar reformarlas, por temor a venganzas de los reformados, requieren una cirugía con altos niveles de anestesia, por lo altamente dolorosa para la delincuencia enquistada en el Estado.
La sociedad está cansada de tanta mentira, eso es diabólico; esa la razón de la perdida de la legitimidad y confianza, decir la verdad se volvió catastrófico, todos queremos la verdad, pero se dice, e inmediatamente surge el odio, el resentimiento y hasta la descalificación moral contra quien la dice; en fin, con todo y eso, hay que volver por los fueros de la verdad al costo que sea.
Si la mentira es norma de conducta, después de golpes de estado sucesivos a su favor, debemos aceptar retornar a la verdad, como única forma de recobrar la libertad dentro del orden, repito, al costo que sea.