Por: Froilán Casas
Singapur, como es sabido, es una Ciudad-Estado de apenas escasos seis millones de habitantes. Hasta 1965 cuando se separó de Malasia y proclamó su independencia, estaba sumida en la corrupción, asesinatos, inseguridad, pobreza extrema, etc., todos los males de un país cargado de vicios y mañas ancestrales. Hoy Singapur es llamado uno de los tres “tigres” asiáticos, ocupando un puesto en la escala de los países más desarrollados; su ingreso per cápita es uno de los más altos del mundo. Hoy hay cero pobreza y casi cero corrupciones. Fíjese usted, allí no hay dictadura de partido, ni se ha amordazado la economía para ponerla exclusivamente en manos del Estado. ¿Por qué hay cero corrupciones? Fue una de las banderas del gran estadista LEE KUAN JEW. Allí sí se aplica que quien las hace, la paga. Es una democracia que funciona, ante todo el imperio de la ley. ¡Cuidado con los sobornos! Al comienzo del gobierno fueron cantidad de pícaros a la cárcel: nada de privilegios, nada de regímenes de excepción. El gobierno está marcado en sus decisiones por el Bien Común. Allí, la autoridad se respeta. Definitivamente sin firmeza no hay democracia. Aquí en Colombia, la ley, -como dicen en mi tierra, es para los de ruana-, hace cada uno lo que le viene en gana y no pasa nada. Aquí solo se cacarean derechos y, ¿los deberes? La larga Constitución del 91 solo tiene un artículo dedicado a los deberes, el artículo 95 y en él, aparecen incluso, derechos. De modo que todo son derechos, ¿y los deberes? Este es un país descuadernado, sin Dios y sin ley. Incluso a Dios se ha sacado de la vida pública, ahora no se jura en nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad; ahora se jura en nombre de la Constitución. ¡Qué democracia! Una minoría se ha impuesto sobre la gran mayoría. Este es un país marcado por la corrupción desde hace doscientos años, -los años de la República-. La corrupción es una epidemia que se ha vuelto pandemia; incluso en el colectivo cultural es algo “normal”. Los programas sociales se tragan una buena parte de los presupuestos y no salimos de la pobreza. La política asistencialista ha sido una de las banderas de todos los gobiernos, generando una mentalidad de dependencia: todo lo tiene que hacer el gobierno. ¿Por qué no pasamos de un subsidio a la mendicidad a un subsidio a la productividad? Siendo este, nuestro país, tan rico en recursos naturales, es una contradicción que haya pobreza. Ningún partido ni gobierno han administrado bien este país. Mientras haya cordones de miseria y pobreza, no habrá paz. ¿Por qué si Singapur, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda, siendo países pobres, han salido de la pobreza, siendo nosotros tan ricos, seguimos siendo pobres? Definitivamente, como decía Óscar Arias en el año 2008 en el discurso a Las Américas, “algo hicimos mal”. ¿Qué hacer con una cantidad de zánganos que se tragan los presupuestos?; ¿por qué quienes pagamos impuestos y trabajamos de sol a sol, tenemos que sostener a una cantidad de vagos y sinvergüenzas? Sin ética no hay desarrollo.
