En los últimos años la humanidad ha girado como un trompo en varios aspectos, uno de ellos ha sido el incremento de la consciencia sobre el bienestar impulsado por el impacto que tuvo la pandemia en nuestra salud mental. La Organización Mundial de la Salud, en sintonía con esto, estima que actualmente más de mil millones de personas enfrentan algún tipo de desafío de salud mental, lo que realza la importancia de esta para el bienestar general de la humanidad.
Seguramente muchos de quienes me leen hoy han cambiado sus hábitos deportivos recientemente, y muchos otros están considerando en hacerlo. La influencia de las redes sociales -tanto positiva como negativa- en su búsqueda del alcance, ha subrayado la importancia del bienestar emocional y la salud mental, simultáneamente disparando una industria de ‘coaches de vida’ y acercando a nosotros un millar de recursos de desarrollo personal que años más tarde nos ha convertido en consumidores de esta misma.
Lo cierto es que la popularidad creciente del bienestar ha incrementado una industria tras la autoayuda cuyas herramientas no paran de renovarse, y esto puede tornarse de blanco a gris, pues quizá con buenas intenciones, muchos de estos recursos ofrecen y prometen soluciones simplistas o de corto plazo que no abordan las necesidades a los problemas desde la raíz. El negocio tras la industria ha consumido incluso a sus mismos exponentes a tal punto que me genera incertidumbre pensar en el resultado cuando esta balanza se equilibre, porque como todas las tendencias, esta también pasará. ¿Equilibrará la tendencia hacia la autoayuda, una contraparte hacia la autodestrucción o el autosabotaje?
Profundicemos en el negocio. Para 1950 en los Estados Unidos pocas personas acudían a psicoterapeutas, pues era algo mal visto por la sociedad y por consecuencia la oferta de profesionales era baja. Hoy en día, según Hoover Institute, existen 105 mil consejeros de salud mental solo en ese país. La industria de la autoayuda, valorada en 2.5 billones de dólares para el año 2000, se proyecta a alcanzar una valorización de 14 billones para el 2026. El crecimiento es innegable más, sin embargo, estudios del Jhons Hopkins señalan que la ansiedad y la depresión en los jóvenes ha incrementado continuamente en las últimas dos décadas. Se podría argumentar que a quien más ha ayudado la industria de la autoayuda, ha sido a sí misma.
Creo que lo anterior se debe a que grandes conglomerados empresariales y sus ofertables de libros, seminarios y un larguísimo etc. se centran en la idea de que siempre hay algo que corregir en la vida personal, y esto lo hacen para crear un ciclo interminable de consumo de sus mismos recursos.
Quisiera enfatizar en que no todo lo que significa bienestar proviene de la autoayuda, y que la autoayuda en sí no tiene una connotación negativa, más bien positiva. Existen recursos para vivir más felices y plenos como el ‘mindfulness’, el ejercicio, el yoga, las conexiones auténticas y, sobre todo, la terapia con verdaderos profesionales y el autoconocimiento (sin prisa) que nos garantizan soluciones sostenibles hacia la raíz y no hacia la superficialidad de nuestros problemas y emociones. Escoger atajos o soluciones será decisión de cada quién.
Con la energía de un café Entorno, los saludo.
Santiago Ospina López