ERNESTO CARDOSO CAMACHO
De los viejos dichos que reflejan buena parte de la sabiduría popular que se expresan en virtud de la experiencia, en este tema bien cabe aquél según el cual, “se juntaron el hambre con la necesidad”.
Desde hace muchos años hemos visto como, en nuestra condición de estar ubicados en el trópico, es decir, sin estaciones; las temporadas de verano y de lluvias han obedecido a ciclos atmosféricos relativamente estables. Ello explica por ejemplo que en la tradición campesina las llamadas cabañuelas han sido un referente, para procurar planificar las siembras y demás actividades propias de la agricultura o ganadería.
No obstante, los avances de la ciencia y la tecnología han contribuido a mejorar esas predicciones empíricas, aunque todavía no ha sido posible que los organismos mundiales que estudian el comportamiento atmosférico del planeta, logren hacer previsiones con alto grado de acierto. En lo que sin duda, se ha avanzado de manera considerable, es en los análisis de probabilidades, acerca de fenómenos de calentamiento global, el cual en nuestro caso, se focaliza en las aguas del Pacífico.
Desde luego es indiscutible que el llamado “calentamiento global” constituye una seria amenaza sobre la agricultura, el recurso hídrico, la deforestación, la degradación en la calidad de los suelos o pisos térmicos, en la estabilidad de nuestros nevados o áreas ambientales protegidas como los bosques y páramos, etc.
Sin embargo, conviene recordarlo, desde hace más de 30 años, precisamente con ocasión de la expedición de la nueva Constitución en el 91; se creó el Sistema Nacional Ambiental-SINA- el cual debe armonizar la tarea de más de 30 Corporaciones Ambientales, bajo la rectoría del Ministerio de Ambiente, en el claro propósito de proteger la enorme riqueza ambiental y de diversidad ecosistémica de la Nación.
De igual manera años más tarde se creo la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres; organismo que debe planificar y coordinar las tareas de todo el aparato estatal y la cooperación internacional para la oportuna y eficaz atención de emergencias y desastres naturales.
Como se observa, Colombia tiene la estructura estatal y la normatividad legal para prevenir, proteger y conservar nuestra riqueza ambiental, así como para gestionar y atender los riesgos de desastres naturales.
Pero volviendo al refrán popular, los recurrentes hechos que se producen diariamente en relación con la afectación de nuestros recursos naturales y de los desastres que en cada ciclo de verano o lluvias se presentan, es cuando se juntan el hambre con la necesidad.
La película se repite sin cesar, pero el Estado que administran los gobiernos, los tecnócratas y los políticos; nunca ha tenido la eficacia para planificar, evitar y atender estas precisas responsabilidades. Los presupuestos de las entidades del SINA y de la UNGRD, como los de las entidades de la sociedad civil- Defensa Civil, Cruz Roja y Bomberos- nunca alcanzan para planificar y prevenir, por lo que se dedican a atender emergencias que resultan desbordando sus limitadas capacidades.
Es lo que volvemos a observar ahora. Lo curioso o paradójico es que, en el gobierno del cambio, vuelve a ocurrir de manera más dramática. El Pte y sus funcionarios que manejan las entidades responsables de la prevención y atención, terminaron reduciendo drásticamente los presupuestos asignados, sabiendo que desde enero estaba advertida la grave dimensión del fenómeno del Niño. El desastre ambiental y las evidentes dificultades para la tención eficaz de las emergencias están a la vista.
De esta manera estamos abocados los colombianos a seguir gobernados por políticos y funcionarios indolentes, donde la planificación, la coordinación y la prevención no existen, pues de esta forma los presupuestos públicos quedan a merced de los corruptos.
COLETILLA.- El desastre ambiental que estamos padeciendo no fue objeto de previsión por el Presidente Petro, quien a nivel internacional ha pretendido convertirse en el salvador del planeta.
