Por: Harold Salamanca
Estoy de acuerdo que los reconocimientos y los homenajes a las personas hay que realizarlos en vida, por eso la columna del día de hoy quiero dedicarla de manera muy especial al sacerdote Milcíades Vargas Motta. El Padre “Mincho” como lo llamamos cariñosamente, proviene de una numerosa familia católica, es hijo de José María Vargas Araújo y Bertilda Motta, fue ordenado sacerdote por el obispo José de Jesús Pimiento, el 15 de agosto de 1972, en la Catedral de la Inmaculada Concepción de Neiva.
Su ejercicio sacerdotal y pastoral que ronda los 50 años, ha sido objeto de múltiples reconocimientos por entidades públicas, privadas y eclesiásticas, incluso es reconocido como hijo ilustre del municipio de Yaguará. Inició su servicio ministerial en la Parroquia de San Antonio de Pitalito, continuando luego entre otras, en la catedral de Garzón, la Catedral de la Inmaculada Concepción de Neiva, en las Parroquias de San Juan María Vianey, San Vicente de Paul, Perpetuo Socorro, Nuestra Señora de Aránzazu y Santa Teresa de Calcuta. Para complementar su prolífica obra, también ha ejercido la docencia en el seminario San Esteban de Rivera y a nivel universitario, en la Universidad Surcolombiana.
Tengo la suerte de conocerlo y ser su amigo desde cuando fui su vecino en la parroquia de la virgen de Aránzazu, es un ser humano que goza del reconocimiento, del cariño y de la admiración de cuantos hemos compartido con él. En lo personal tengo mucho que agradecerle, porque es soporte fundamental en el proceso de salud que hemos vivido con mi esposa, sus oraciones y su compañía permiten mantener la fe y la esperanza vivas.
Hablar del padre “Mincho” es hablar de liderazgo en su máxima expresión, la sabiduría y el buen consejo, la escucha atenta, la palabra oportuna, la predicación pertinente y elocuente, el silenció prudente, la capacidad de hacer realidad los sueños de la comunidad en el muy corto plazo, el amor por nuestro prójimo, el cariño por los animales y por supuesto el buen gusto arquitectónico, son su sello personal.
La obra sacerdotal del padre Milcíades, sin duda deja todos los días una huella imborrable en los corazones de sus fieles y en los anales de historia de la Diócesis de Neiva, por ello, los invito a que nos organicemos como comunidad, para celebrarle el próximo 15 de agosto como se lo merece, sus primeros 50 años de exitoso y fructífero ejercicio pastoral.