Por: Gerardo Aldana García
La joven congresista luce muy fresca al momento de presentar su pensamiento de libertad ideológica frente al consumo de la marihuana. Debo decir que, en principio me gusta el gesto de invitar a la sinceridad, a romper la doble moral del colectivo social cuyas costumbres en la vida privada de los individuos que lo componen, están marcadas por hábitos que suelen estar reprobados por la moral pública e incluso por la legislación colombiana. Como la juvenil y bella Representante a la Cámara, hay miles y miles de compatriotas que consumen la marihuana con fines asociados a la laxitud, relajación o enajenación del mundo de rutina que suelen producir muchas sustancias alucinógenas. Un amigo poeta me decía: “Gerardo, no te puedes ir de este mundo sin darle un beso a la Mariajuana”. Mi amigo es un consumidor social de marihuana, como él mismo se define. Y por supuesto que tiene una vida normal que no atenta contra el orden social. Como él y como la señora Susana Boreal, hay incontables casos en Colombia y el mundo. La Marihuana se les volvió un hábito tan normal como lo fuera en su momento el consumo de tabaco o el cigarrillo, seguramente con menos consecuencias para su salud, si se comparan los efectos de una y otra planta. Hasta ahí el tema puede comprenderse e incluso aceptarse sin resistencia alguna, especialmente si pudiésemos ver la situación desde el ángulo de consumo por parte de personas mayores, con madurez y estabilidad psicológica, empoderadas de su vida y sus metas personales. Seres humanos capaces de decir no a la seducción de drogas más complejas como la misma cocaína, heroína, el terrible basuco, el éxtasis y toda suerte de drogas sintéticas perturbadoras de la estabilidad mental y propulsoras del peor menoscabo de la dignidad humana.
Ahora bien, la inspiración de la congresista bajo el enfoque que ella misma expone y que he procurado resumir en esta columna, representa un alto nivel de riesgo que amenaza a familias con niños y jóvenes menores de edad, que bajo invitaciones de este tipo y al amparo de los derechos constitucionales al libre desarrollo de la personalidad, encuentran un terreno abonado para explorar el mundo de las drogas, empezando por la relajante Marihuana y vivir la iniciación hacia un mundo que podría ser tan fresco como el que vive la congresista o al mismo tiempo señalarle la ruta hacia un viaje sin regreso, ese que viven millones de personas alrededor del mundo, padeciendo estados psicológicos y físicos que las hacen infelices, como si fuesen zombis o muertos en vida. Debemos reconocer que los seres humanos tenemos diferentes niveles de comprensión y de vivir las sensaciones obtenidas del mundo exterior. Es innegable que los niños, adolescentes y jóvenes, al escuchar predicados como el de la señora Boreal podrían erigir en su imaginario la figura de una profesional y política triunfadora y tomarla como referente para su propia vida, sin sopesar la amenaza que le acecha cuando al darle el primer beso a la especial planta quedan expuestos para experimentar emociones más fuertes en brazos de drogas más excitantes.
Si sopesamos los pro y contra de la posición de la congresista Susana, se puede advertir que hay un serio riesgo contra los niños y jóvenes. Esto lo pueden entender muy bien los millones de familias en Colombia y el mundo que han padecido o padecen el desastre de las drogas en sus hijos. La congresista podría aprovechar su posición política y vigor juvenil para impulsar políticas que lleven a la sociedad hacia un mejor estar en donde no se comprometa la dignidad y el futuro de las nuevas generaciones.
