La columna de Toño
Por el Padre Toño Parra Segura
padremanuelantonio@hotmail.com
Se termina hoy la Semana por la paz 2019, iniciativa importante de la Conferencia Episcopal Colombiana desde el año 1987. Ese noble propósito de nuestra Iglesia ha sido acogido por el Gobierno para habilitar un tiempo mínimo y un espacio concreto para la reflexión sobre la paz, los derechos humanos y la reconciliación en el país. Foros interesantes, sensibilización y movilización ciudadana buscan hacernos pensar que la paz no es solamente del Gobierno y de las Fuerzas Armadas, sino de todos los que en alguna forma sufrimos el flagelo de una guerra a la cual no se le ve el fin.
En este Domingo 24 del Tiempo Ordinario de la Liturgia las tres lecturas reflejan el tema del perdón como una consecuencia del amor. San Pablo en el Domingo anterior nos inculcaba que “la única deuda de un cristiano debe ser la del amor” a su hermanos.
Los consejos de hoy del Eclesiástico reafirman este propósito al deponer siempre “el rencor y la ira, la venganza y el resentimiento”. Dios no concede la sanación del hombre mientras estos males estén unidos con oraciones y ritos que no lleven a la conversión.
San Pablo aborda en sus consejos generales de hoy el problema específico de la comunidad de Roma con tensiones y tendencias opuestas. En esa Iglesia los tradicionalistas se abstenían de carnes, de bebidas alcohólicas y respetaban el calendario legal. Otros se amparaban en la libertad de los hijos de Dios para justificar su conducta frente a las prescripciones. Unos y otros se acusaban mutuamente de laxismo moral y de infantilismo espiritual. Si “tanto en la vida como en la muerte somos del Señor”, no vale la pena discutir tanto, cuando sabemos que Jesús es el Señor de vivos y de muertos, y que murió perdonándonos a todos.
La parábola del deudor injusto va introducida por la curiosidad de Pedro: ¿“Cuántas veces debo perdonar a un hermano?” Esta pregunta está basada en la casuística rabínica que señalaba el límite de cinco veces, tratándose del caso-tope de un hermano.
Pedro quiere batir el record de generosidad ampliando el número hasta siete.
Pedro pregunta en términos matemáticos, Jesús le da una respuesta en términos de amor en los dos ejemplos de la parábola. Si el amor debe ser ilimitado, también debe serlo el perdón, por eso hay que perdonar siempre.
La suma del primer deudor es inmensa, impagable según las leyes existentes, el señor se la perdona por los ruegos y súplicas encarecidas. Aquí el señor bondadoso es Dios que perdona siempre, perdona todo y perdona a todos. Ese es el sentido del número 7 que en la Biblia significa plenitud y no una multiplicación matemática.
A esa generosidad alcanzada viene el deudor injusto que olvida los favores casi al instante para no perdonar a su compañero una cantidad exigua, con la misma exigencia que él había hecho de tener paciencia. La estrechez de su corazón desagradecido no tiene límites hasta llevar a su compañero a la cárcel. La respuesta del rey no se hizo esperar con ese siervo malo, para meterlo también a la cárcel por injusto.
Sobran las aplicaciones, así somos nosotros queremos perdón y olvido, pero lo negamos al otro por nuestra soberbia. Queremos paz sin perdón, queremos paz sin justicia. Se nos olvidó lo del Salmista: “La justicia y la paz se besan”.
El perdón no se opone a la impunidad; los delitos y atropellos a la ley merecen castigo externo. Se nos pide para la paz no la ley del talión ni la del embudo, sino la del amor misericordioso del Padre, que no rechaza a nadie ni al ladrón, ni al traidor que lo vendió ni a los que lo mataron. Sigue El en la cruz increpándonos a todos: sobre la medida del perdón que se tendrá con nosotros, si no perdonamos de corazón.