Diario del Huila

“El pobre epulón y el rico lázaro”

Sep 24, 2022

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La columna de Toño

Por el P. Toño Parra Segura – padremanuelantonio@hotmail.com

Le cambiamos adrede los términos de la parábola tradicional, porque al final del mensaje esas van a ser las consecuencias: que las riquezas no compartidas terminan en escasez y la pobreza asumida produce ganancias eternas.

A propósito de los nombres, el rico en San Lucas no figura con apelativos, sin embargo unos lo llamaron “Finees” y otros “Ninives” en versión sahídica. El mendigo figura con el nombre de Lázaro, apócope de Eleazar, que significa “ayudado por Dios”, sin que tenga que ver nada con personaje alguno real.

Esta parábola, propia de San Lucas no es sino el comentario viviente de las palabras del Señor en el pasaje de las bienaventuranzas que las trae también San Lucas y que a diferencia de las de San Mateo son 4 bienaventuranzas y 4 malaventuranzas o maldiciones: “Dichosos los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos… Dichosos los que ahora tienen hambre… dichosos los que ahora lloran… dichosos los excluidos, los odiados, los despreciados ahora” A su vez: “Ay de ustedes los ricos, porque ya recibieron su consuelo… Ay de los satisfechos… tendrán hambre; Ay de los que ahora ríen… porque llorarán… Ay de los elogiados ahora…” (Lc. 6, 20-26).

Hay unos contrastes, hay algo que iguala a los dos personajes y hay un mensaje moral sobre el uso de los bienes de fortuna.

Contrastes: Se presenta un hombre inclinado al lujo, al deleite, que vestía manto de púrpura como los reyes, túnicas de lino finísimo, banqueteaba todos los días, seguramente con personajes distinguidos, con el mejor licor y espléndida música. Del otro lado, un mendigo que yacía a su puerta, su túnica eran las llagas, hambriento, con ganas de saciarse de las migajas que nadie le tiraba, su compañía diaria eran los perros que le hacían la caricia de lamerle las llagas en el colmo de su desamparo. Opulencia del uno, miseria del otro; compañía abundante frente a la soledad, derroche y penuria. Estos elementos son la presentación gráfica del cuadro de hoy. Hay contraste también en el más allá: Lázaro en el seno de Abraham y el rico en el lugar de tormentos. Se les acabó el tiempo a los dos y comenzó el contraste final, el único que vale: El pobre gozando de lo que no tuvo en la tierra y el rico maldiciendo el haber perdido la ocasión de abrirle la puerta al que se moría de hambre, mientras él se reía y banqueteaba.

¿Qué los iguala en la tierra? Que ambos se mueren; la muerte no pide permiso  ni hace acepción de personas. Seguramente es la última etapa, al rico le hicieron entierro de primera, con música, trasteos y discursos para probar lo bueno que era. Al pobre, su cadáver lo tiraron sin ceremonia al Sheol (para los griegos el “Hades”). Estaba dividido en dos departamentos: El jardín del Edén para los justos y el otro, la Gehena para los impíos, lugar de tormentos, que quedaba en la parte baja.

Súplicas tardías, espacios cerrados, suerte echada definitivamente. Hay que escuchar a los profetas y a Moisés ahora, no después de muertos. Los pobres que los escuchan se salvan, los ricos no se convertirán ni aunque resuciten los muertos. Bella lección moral, práctica y sencilla. Escojamos desde ahora si cantamos las 4 bienaventuranzas o preferimos las maldiciones finales para el  que no tiene compasión con nadie ni comparte sus bienes. Hoy hay muchos epulones no los envidiemos diciendo: ¿por qué a los malos les va tan bien y a los pobres tan mal?

 Ya sabemos la respuesta.

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