Las redes sociales han mostrado un poder sin precedente, un poder peligroso si se deja continuar sin reglamentación o control de los gobiernos democráticos del mundo. Un poder que puede acabar con la libertad de expresión, tal como sucede en los regímenes autoritarios, en los países comunistas, o con rezagos de esa doctrina.
Luego del ataque al Capitolio en Washington, efectuado, supuestamente, por grupos extremistas partidarios de Donald Trump el 6 de enero pasado, las redes decidieron, al unísono, actuar contra Trump, tan solo 14 días de terminar su período presidencial. Facebook, le suspendió la página, Twitter eliminó sus trinos y You Tube, impidió sus nuevas adiciones, por una semana. Esto tiene un fastidioso olor político. ¿Acaso los billonarios, dueños de las redes, quieren imponernos sus inclinaciones políticas en las redes sociales?
¿Si les molestaba tanto Trump, si consideraban sus participaciones en sus redes tan peligrosas, mentirosas y dañinas, por qué no las detuvieron hace años? La provocación y agresividad de Trump ha tenido siempre el mismo tono, desde el comienzo de su presidencia; entonces ¿qué cambio?
Quizá, lo que los poderosos dueños de las redes no querían era perder a uno de los influenciadores más importantes del mundo cuando aún tenía el poder que da el ser “El Presidente” de los Estados Unidos. Lo dejaron actuar porque era insuperable negocio para sus redes. Pero ahora, Trump se convertirá en expresidente, quizá, uno caído en desgracia. Ahora si hay que cerrarle la boca ¡Ya no es un buen negocio para las redes! Todo es plata, no ética. ¡Feo, muy feo!
Es claro que la influencia de las redes es inmensa, que semi verdades y mentiras se difunden en sus páginas sin control y que lo que allí se publica influye, para bien o para mal, en miles de millones de personas.
Eso lo sabemos todos; nosotros los ciudadanos comunes; las grandes corporaciones mundiales que hacen uso de sus algoritmos para promover el reconocimiento y favorabilidad de sus productos y, por lo tanto, su comercialización. También, lo saben y utilizan con gran efectividad los líderes mundiales de todo calibre. Gobiernos, políticos, iglesias, hasta los revolucionarios y los grupos extremistas de todas las tendencias, han hecho extensivo uso de las redes sociales y sus algoritmos.
Ese uso se manifestó con inusitada fuerza durante las manifestaciones en contra de la violencia racista, luego de la muerte del afroamericano George Floyd, causada por un policía blanco. Pero también fue un arma poderosa para impulsar la violencia, incendios y saqueos, incitados por los extremistas de Black Lives Matter, durante ese desastroso periodo.
Sin embargo, nada hicieron las redes en ese momento para acallar a quienes promovieron los destrozos y el terror que tuvo paralizadas y aterrorizadas, por semanas, a varias ciudades estadounidenses.
Tampoco han hecho nada contra el matoneo que ocurre desde sus páginas contra niños y jóvenes, el cual, en miles de casos, los ha llevado a suicidarse, luego de sufrir toda clase de ofensas y mentiras en su contra, sin poder defenderse.
Los billonarios de las redes pretenden imponer sus posiciones políticas; quizás, aquellas promovidas por Soros, otro “hermano” billonario. Sin duda, presenciamos el nacimiento de un nuevo poder supranacional: el de aquellos más ricos y poderosos que muchos países de mundo. ¡Ojo, peligro inminente!