Diario del Huila

El problema de la autoridad moral

Ene 19, 2022

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La antítesis se encuentra inserta en la cotidianidad del día a día de todos los seres humanos. Por esta razón, se dice que el ser humano es contradictorio o genera antítesis a cada instante.

El término es de origen griego y viene de anti, que significa contrario y thesis, que significa opinión.

Esta figura retórica es muy utilizada en la poesía, pero también se usa en la filosofía para contraponer dos puntos de vista, dos personas o ideas opuestas.

Desafortunadamente, la vulgarización y la ruindad en la concepción errónea de ideologías, ha llevado a que el ejercicio intelectual, propio de la filosofía, como lo es la antítesis, se haya convertido en la más descarada forma de eludir responsabilidades, y adicional a ello, se dice una cosa como se dice otra, sin la menor vergüenza.

Hoy, se utiliza la moral como estandarte de los políticos, pero los que más dicen luchar contra la corrupción, son aquellos que más la practican y la ejercen. Son vulgarmente evidentes.

Los más corruptos son quienes hoy conjugan el verbo “abudinear” para vulgarizar a una persona, incluso a una familia entera, por la procedencia del apellido de la persona a quien se refieren.

Pero esos que vulgarizan ese apellido y a esa familia entera, son los mismos que no pueden ocultar, por lo evidente, ante los ojos del ciudadano, las prominencias óseas que hay en cada uno de sus cuerpos, lo que en otros términos diría, “no miran la viga en su propio ojo”.

La gran mayoría de los aspirantes al congreso de Colombia, son unánimes en portar esa viga de la corrupción, y, sin embargo, a voz en cuello, recorren el país y las regiones en procura del favor popular, en un acto reiterado de cinismo vulgar, que enfada a cualquier ciudadano de bien.

Y hasta en las mal llamadas mejores familias, predican y se rasgan las vestiduras contra todos los delitos contra la administración pública, pero cuando se indaga la procedencia de sus riquezas, no se encuentra otra fuente distinta, que el erario, itinerario por el que han pasado sin pena ni gloria en logros y realizaciones, distintos a enriquecerse desfalcando las entidades e instituciones.

Luego salen como apóstoles, a predicar transparencia, honorabilidad, moral, ética, y todas las virtudes teologales, apareciendo como redentores de una sociedad que han llevado, con sus actos, al desastre moral.

Y lo peor, la justicia postrada solidariamente, incluso plegada ante semejante barbaridad contra la moral y los buenos hábitos institucionales, porque andan revueltos en el mismo lodo y suciedad.

Y peor aún, una sociedad amoralmente hambrienta y sedienta, que asquea.

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