Esta semana visité la ciudad de Washington D.C., el corazón del gobierno americano y desde donde el próximo 5 de noviembre Estados Unidos anunciará a su próximo presidente. Como pocas veces en la historia, el país enfrenta una contienda marcada no por la esperanza, sino por la desconfianza hacia ambos candidatos.
El presidente electo mudará a su equipo y sus pertenencias a la Casa Blanca el 20 de enero de 2025, pero según el clima que percibí en la capital (que tiende a ser más demócrata que republicana) los ciudadanos aún se mantienen indecisos en la necesidad de votar por el «menos malo». Pude asistir al discurso de cierre de Kamala y noté un ambiente caracterizado por el nerviosismo, algo parecido a lo que creo que ocurrirá en Colombia en agosto del 2026. Adicional a esto, me pareció interesante el hecho de que un candidato pueda dar su discurso de cierre desde la Casa Blanca y el mensaje que esto envía a los votantes. ¿Se imaginan que esto lo hiciera un candidato desde la Casa de Nariño?, ¿influencia quizá en la decisión del voto?
Los Republicanos apuestan por el regreso de Donald Trump, quien promete fortalecer la seguridad migratoria y mantiene una postura que prioriza el sector privado sobre las instituciones públicas. Trump es un candidato familiar para los americanos, pero también una figura que genera división y dudas sobre el aislamiento de Estados Unidos en un momento donde la cooperación internacional es clave para enfrentar los principales desafíos de la humanidad. Trump representa un Estados Unidos aislado y menos comprometido con los tratados multilaterales, mientras que los organismos internacionales -muchos con sede en Washington- duplican su jornada laboral para construir oportunidades en pro de las regiones más vulnerables.
Por otro lado, Kamala Harris, la primera mujer de color en optar por la presidencia, enfrenta el reto de convencer a una ciudadanía que poco ha visto su liderazgo en acción. Su paso por la vicepresidencia actual fue discreto y casi invisible hasta los recientes episodios del Presidente Biden. La administración demócrata no fue estratégica en posicionarla como figura de sucesión hasta que se vieron obligados a hacerlo, quizá ya demasiado tarde. Su perfil como líderesa genera desconfianza, y en tiempos de incertidumbre, Kamala no transmite la contundencia que los votantes esperan de un tomador de decisiones.
Estas elecciones se definirán por las emociones divisorias que despierta cada candidato, pues ninguno logra transmitir genuina confianza. Desde el anti-Trumpismo y el deseo de fortalecer la atención médica y justicia racial, hasta el anhelo de endurecer las políticas migratorias y priorizar al sector privado, los estadounidenses parecen resignados a votar en una elección donde la esperanza ha sido reemplazada por la necesidad de evitar lo peor.
Quedan pocos días para conocer el resultado y como colombiano me pregunto: ¿Cuál de los dos le conviene más al país? En el corto plazo la presidencia de Kamala fortalecería la cooperación ambiental y los derechos humanos, temas prioritarios para la agenda actual del gobierno nacional. Sin embargo, las políticas de Trump sobre economía y seguridad fortalecerían la inversión extranjera y el apoyo militar necesario para la lucha contra el narcotráfico, banderas del candidato de la oposición para el 2026. ¿Con quién se queda usted?
Con el aroma de un café Entorno, los saludo,
Santiago Ospina López.