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El rajaleña: el canto del alma

Jun 27, 2023

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Esta expresión folclórica auténtica de Colombia ha perdurado en el tiempo, incorporando nuevos sonidos y ritmos, y ha logrado unir a toda una región. Además, es importante destacar que esta tradición también se ha extendido por todo el Huila e incluso ha dejado su huella en el vecino departamento de Tolima.

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Por: Gloria Camargo

El Rajaleña, una expresión musical arraigada en el corazón del departamento de Huila, se destaca como una de las manifestaciones folclóricas más auténticas de Colombia. Esta tradición encuentra sus raíces en las zonas rurales, especialmente en el norte de Huila, donde desde tiempos remotos se ha celebrado y disfrutado de las rajaleñas, entendidas como tocar, cantar, bailar y divertirse al ritmo de esta música peculiar.

Además, es importante destacar que esta tradición también se ha extendido por todo el Huila e incluso ha dejado su huella en el vecino departamento de Tolima.

Históricamente, los trabajadores del campo solían entretenerse mientras realizaban sus labores, armando y cantando coplas picantes llenas de ironía, humor y a veces con un doble sentido. Estas rimas ingeniosas surgían de la espontaneidad de los jornaleros y se convirtieron en un medio para aliviar el arduo trabajo y encontrar alegría en medio de la jornada laboral.

Al finalizar la jornada, era común que los trabajadores se reunieran con sus tiples y guitarras para continuar con el coplerío, compartiendo versos sobre amigos, familiares, patrones y cualquier persona que inspirara una rima.

Su origen

Se presume que el término «rajaleña» hace referencia directa a una de las tareas más comunes en las haciendas, y por extensión se utiliza para referirse a una forma de crítica o «rajar» de los demás. Esta tradición oral ha perdurado a lo largo del tiempo y ha trascendido las fronteras del campo, adentrándose en la vida cotidiana de la sociedad. El Rajaleña se convirtió en un vehículo de expresión y una forma de unir a las personas, sin importar su origen o estatus social.

A medida que la música rajaleña evolucionaba, se añadieron nuevos instrumentos para enriquecer su sonido. Se incorporaron sonidos provenientes de la rica diversidad cultural de los pueblos indígenas y afrodescendientes de América, antes de la llegada de los españoles.

Además, el tambor se sumó al conjunto musical, realzando la expresión festiva y alegre del Rajaleña.

Uno de los aspectos más destacados del Rajaleña es su capacidad de perdurar en el tiempo como una tradición arraigada en el corazón del pueblo. Esta expresión folclórica ha brindado alegría y diversión a lo largo de generaciones, surgida desde lo más profundo de lo popular. El Rajaleña ha logrado trascender barreras y ha envuelto a toda la sociedad sin distinción alguna.

Con los instrumentos típicos, para las fiestas del San Pedro, se siguen entonando los rajaleñas.

Su origen se remonta a los jornaleros del campo que encontraban en la música y las coplas una forma de aliviar su trabajo y disfrutar de momentos de alegría.

Según el historiador Reynel Salas, “el rajaleña es la copla mediante la cual, las personas todavía lo usan para decirle a otra persona o decirle a la comunidad cosas que incomodan, cosas que molestan, para contar el dolor, o para burlarse de otra persona sobre las características y condiciones”.

Cambio de aires

La diversidad del Rajaleña se evidencia en las diferentes tonadas y expresiones que se han desarrollado en cada municipio donde se interpreta. Aipe, Neiva, Campoalegre, Santa María y otros tantos lugares tienen sus propias variantes locales de este género musical.

A pesar de estas diferencias, todas comparten la misma esencia, creando así una rica tradición musical en el departamento de Huila. Incluso antes de la creación oficial del departamento, el canto del Rajaleña ya existía, lo que demuestra su antigüedad y arraigo en la región.

Los instrumentos de cuerda, como la guitarra y el tiple, son fundamentales en la ejecución del Rajaleña, al igual que en otros aires autóctonos de Colombia. Estos instrumentos son los encargados de acompañar y dar ritmo a las melodías características de este género musical.

Además de la guitarra y el tiple, se suman otros instrumentos al conjunto musical del Rajaleña. El chucho, elaborado con una guadua seca y semillas en su interior, aporta su particular sonido al conjunto. Por otro lado, el ciempiés, creado a partir de una pieza abierta de guadua con semillas en su interior, produce sonidos al ser frotado.

La esterilla, compuesta por pequeñas piezas de madera unidas con una cuerda y frotadas entre sí, agrega una sonoridad especial al Rajaleña. Este instrumento recibe su nombre debido a que su elaboración se asemeja a las esterillas utilizadas como cubierta para pisos o incluso para dormir.

La presencia de la marrana o puerca es imprescindible en el conjunto musical del Rajaleña para los huilenses. Este instrumento consiste en un calabazo abierto al que se añade una membrana de piel animal. En el centro del calabazo se coloca una pequeña vara de madera cubierta de cera, creando así un sonido singular y característico.

El carángano, una guadua abierta con fibras que funcionan como cuerdas, también forma parte de los sonidos distintivos del Rajaleña. Este instrumento añade una dimensión adicional a la melodía, enriqueciendo aún más la experiencia musical.

Finalmente, el tambor o tambora, un instrumento de origen prehispánico que se encuentra presente en diferentes culturas alrededor del mundo, también tiene su lugar en el Rajaleña. En el territorio actual de Huila, el tambor ha sido utilizado desde tiempos ancestrales, demostrando la profundidad de las raíces culturales de esta expresión musical.

Los conocedores

El Rajaleña, una tradición musical arraigada en el corazón del departamento de Huila, ha sido fortalecida y enriquecida a lo largo del tiempo gracias a la dedicación y talento de numerosos creadores y agrupaciones.

Esta tradición encuentra sus raíces en las zonas rurales, especialmente en el norte de Huila.

Desde figuras emblemáticas como José Antonio Cuéllar Meléndez, conocido como ‘Rumichaca’, y Carlos H. Rivera, hasta intérpretes contemporáneos como Alexander Pastrana, quien ha logrado fusionar el Rajaleña con el jazz, estos nombres han dejado una huella imborrable en la historia de este género musical.

El Rajaleña se ha convertido en un símbolo cultural del departamento de Huila y en una expresión musical auténtica de Colombia. Su vibrante sonido, sus coplas ingeniosas y su capacidad de unir a las personas en la celebración y el disfrute de la música folclórica lo han convertido en una parte integral de la identidad huilense.

Hoy en día, las agrupaciones y los intérpretes del Rajaleña continúan llevando esta tradición a todos los rincones del departamento. Su música resuena en festivales, eventos culturales y encuentros comunitarios, manteniendo viva la llama de este género musical tan apreciado por los huilenses.

Además, la obra de investigación de Andrés Rosa ha proporcionado un valioso aporte para comprender la esencia y la importancia cultural del Rajaleña. Esta tradición musical continúa siendo una parte vital de la identidad huilense y una joya del folclore colombiano.

La picardía

El rajaleña, una expresión folclórica llena de singularidad y expresividad, se distingue por sus características únicas. En sus versos, que constan de cuatro líneas con repeticiones, el segundo verso rima con el cuarto, y se complementa con un estribillo o retahíla que varía según la región o tonada en la que se interprete.

El canto del rajaleña comienza con un grito festivo que es respondido rápidamente por el tambor y el tiple, dando inicio a interpretaciones creativas llenas de alegría popular y un humor picante que en el pasado generó diversas reacciones. Según Andrés Rosa, algunos trovadores componían estrofas decentes para bambucos o guabinas, pero volvían las coplas groseras al interpretar rajaleñas.

El compositor Jairo Beltrán Tovar cuenta en por ejemplo monseñor Esteban Rojas Tovar, párroco de Timaná a finales del siglo XIX, prohibió la interpretación y el baile del rajaleña debido a las coplas de contenido morboso y el peligro que representaban para los matrimonios de la época.

Egberto Bermúdez, profesor del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de Colombia, destaca que el rajaleña forma parte de una tradición universal que se diferencia en los esquemas de versificación y se mezcla con otras regiones de Colombia, América y el mundo.

En esta perspectiva universal con arraigo local, se reafirma lo expresado por rajaleñeros a lo largo de los tiempos, retomando las palabras inolvidables de Luz Stella Luna Losada, integrante de la agrupación Aires de Piedra Pintada en el municipio de Aipe, «amo profundamente esta tierra que me vio nacer. Mi alegría es el folclor de mi tierra, en su modalidad majestuosa, el rajaleña”.

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