Por: Álvaro Hernández Cardona González
¿Cuántas veces en este espacio que tan generosamente nos ha concedido el Diario del Huila por cerca de 12 años, hemos hablado y argumentado, la necesidad de rescatar en los colombianos el sentido común? Innumerables, literalmente. ¿Por qué otra vez? Bueno, porque nos negamos a ser racionales, cayendo a veces en el ridículo. Pero más aún, porque la falta de sentido común aplaza la solución definitiva de los problemas más simples y más complejos. Y eso dificulta todavía más su solución, aumentando los costos.
Pero, y ahora, ¿por qué volver sobre tan trillado, y por supuesto, tan reiterada mención? Un buen ejemplo de a dónde nos lleva la falta de sentido común surge de la sentencia T-344 de 2020 donde se ha precisado el uso del lenguaje, para evitar tener que decir señora y señor, niña y niño, etcétera o etcetero…ya que la Corte Constitucional informa que en adelante hará advertencias usando genéricos masculinos pero “se incluyen en condiciones de plena igualdad y equidad a hombres y mujeres sin distinción de sexo” siguiendo las recomendaciones de la Real Academia de la Lengua. Eso va costar enormes sumas en aumento de papel y tinta. Como se dice coloquialmente en el Huila, hay que dejar las pendejadas y echar para adelante.
Hagamos una corta lista de cosas sin sentido: una avenida de dos carriles, jamás debe desembocar en un puente de carril sencillo; una avenida nunca debe ser disminuida sino ampliada en la medida que aumenta el tamaño de la ciudad y el número de vehículos que la transitan; cada metro cuadrado de construcción habitacional, necesita un porcentaje adecuado de espacio público (parqueaderos, espacios para parqueo temporal de transporte público, sitios de abordaje de pasajeros y andenes); ¿cómo se cobran peajes por vías que no han sido construidas?; nunca construir peajes y muy amplios, para vías que tienen tramos sin pavimentar; ¿para qué, fuera de facilitar su lectura, piden copias de documentos de identidad al 150%?; ¿para qué huellas cuando las entidades no tienen lectores de las mismas?; el cobro de los servicios del banco cuando ellos manejan y trabajan con nuestro dinero y no nos comparten esas ganancias; tiene sentido cobrar peajes a motos que usan la misma infraestructura que los automotores pero no cobrarles sin hacerles la infraestructura especial; aceptar invasiones de predios con la excusa de que “no sabía que eso tenía dueño” (uno siempre sabe lo que no es de uno); votar por los mismos parlamentarios que hablan de “renovación generacional” y “lucha contra la corrupción”, cuando llevan tres períodos en el Parlamento; y así sucesivamente. La ilógica y faltas de razones llevan a los colombianos cada vez más lejos del progreso y desarrollo. Y eso aplica en la conservación ambiental.
