Hay un hecho desestabilizador que afecte a un ser humano, que contribuya a alterar la condición humana y desarrollo de las relaciones interfamiliares, cuando se presentan situaciones imprevistas como las que padece actualmente la familia presidencial de Gustavo Petro. No basta la férrea oposición que está recibiendo su mandato por parte de algunos sectores de la oposición que se han vuelto implacables, para generar un fuerte rechazo a las iniciativas gubernamentales que ha emprendido, que le están generando una disminución de sus niveles de popularidad a solo siete meses de haberse posesionado como primer mandatario de los colombianos. Desde esta tribuna, hemos sido críticos en algunas acciones gubernamentales que van en contravía del bienestar de las familias colombianas. Pero también hemos respaldado varias labores que contribuyen a mejorar su el bienestar.
La semana que acaba de transcurrir, ha sido la peor que ha tenido la familia presidencial. Los chats entre Day Vásquez y su exesposo, Nicolás Petro, revelados por la revista Semana, salpicaron al entorno familiar del presidente Gustavo Petro Urrego. Igualmente, a uno de los hombres más poderosos y respetados del Gobierno Nacional: el ministro del Interior, Alfonso Prada. Los medios de comunicación coinciden en que, por primera vez, tras aquella tarde de agosto en la que vistió la banda tricolor, el presidente de la República tuvo descalabros en múltiples frentes. Esa aplanadora gubernamental de los primeros meses de su mandato, que parecía imparable y el mandatario contaba con el favor de la opinión, ahora el Ejecutivo se enfrentan al peor escándalo que afecta a su entorno familiar, ocasionado por las supuestas dádivas y dineros que recibieron su hermano Juan Fernando Petro y de su hijo Nicolás Petro, que se han aprovechado de sus posiciones para el tráfico de influencias a favor de terceras personas y sobre todo de presuntos delincuentes, que se encuentran investigados por los organismos de control. Por tal motivo, empieza a mostrar señales de debilidad tanto en el terreno de la política como en el propio manejo del país. Además, las altas cortes se encargaron de recordarle que la división de poderes existe y que las decisiones de la Casa de Nariño están sujetas a revisión.
Pero, ante todo, está en juego la institucionalidad del país. Hay que rodear a nuestro presidente. Hay que reconocerle que él mismo ha solicitado a la Fiscalía General de La Nación, que se investiguen las supuestas actuaciones delictivas de su hijo y de su hermano. Ante lo sucedido, no faltará quien señale que una mala racha le pasa a cualquiera. Y aunque la afirmación es verdad, también lo es que en la presente oportunidad comienza a vislumbrarse el cierre de una fase y el comienzo de otra. Para usar la conocida figura, ahora sí se acabó la luna de miel.
