Lo que está a sucediendo esta semana en Europa, nos lleva a reafianzar que la lucha contra el covid no se ha ganado, se está aplazando.
Las vacunas han tenido un efecto positivo frente a la disminución de síntomas, pero lo que genera incertidumbre es que ya se habla de la tercera dosis general, como ocurre actualmente en los Estados Unidos, lo que nos lleva a deducir que estamos es en el camino de ganar tiempo mientras encontramos verdaderamente una cura. Sin embargo, revisando los registros científicos del mundo, no hay a primera vista esa solución.
Ante esta situación, los gobiernos pasan del papel de espectadores pasivos a sistemas autoritarios, únicamente se revisan los números y sobre ellos toman decisiones. Estas ya empiezan a tornarse impopulares entre la población, por lo que de seguir así, en cualquier momento las únicas exigencias sanitarias que podrán ser viables son de cierres de fronteras, donde se puedan controlar, porque internamente, la gente se cansó.
El primer laboratorio mundial es Austria, un país que a partir de hoy regresa al confinamiento total por veinte días. Esto no es nada excepcional, pues ya prácticamente todos los países se han encerrado en algún momento por causa de este virus; lo que efectivamente llama la atención es que después del 13 de diciembre el confinamiento será solo para los no vacunados y en enero será el primer país que imponga la vacuna contra el covid de carácter obligatorio para sus ciudadanos.
Y es que lenta e imperceptiblemente el mundo se está dividiendo en dos: los vacunados y los no vacunados. No solo globalmente, sino a nivel local, se están imponiendo restricciones a quienes no deciden vacunarse. Actividades básicas como asistir a un restaurante, ir a un cine, o realizar un viaje ya no es posible para no los vacunados, estos se convirtieron en una subclase social, en los nuevos parias del mundo.
¿Pero realmente este acoso y persecución será suficiente para convencer a los no vacunados a que lo hagan? Lo que corresponde actualmente es determinar realmente cuántas personas definitivamente no se quieren vacunar y cuántas por estar confiadas en que nada les sucederá o incluso por simple pereza de asistir a cumplir este compromiso no lo hace. Sobre estas últimas debería concentrarse la campaña de convencimiento de vacunación, incluso acudiendo a estímulos, esto por lo menos ayudaría a aumentar el umbral de inmunización.
Hoy nuestro país se encuentra en un 46% de tasa de vacunación, afortunadamente la población de mayor riesgo, es decir los mayores de 80 años, ya se encuentran vacunados en un 95%, pero aun somos muy vulnerables a la cuarta ola que hoy azota a Europa. Lo importante no es solo lograr minimizar los riesgos del virus, es lograr que éste no siga abriendo brechas sociales y de discriminación que después serán irreparables, pues a lo que no podemos llegar es a ver a los no vacunados como una enfermedad, como portadores de la muerte, porque todo lo que hemos avanzado científicamente, lo habremos perdido como sociedad.