Por: Jaime Felipe Lozada.
Si todo sale como se espera al momento de escribir esta columna, el próximo 28 de julio, y muy a pesar de los obstáculos y las amenazas del régimen de Nicolás Maduro, habrá elecciones en Venezuela.
El escepticismo y la incredulidad de la comunidad internacional son comprensibles, pues si en algo es experto el régimen, además de violar los derechos humanos y de arrebatar la libertad de sus conciudadanos, es en manipular los procesos electorales. Sin embargo, en medio de la incertidumbre y el temor, surge la esperanza y el anhelo de lo que finalmente, y después de décadas de dictadura, podría ser un cambio transcendental para Venezuela.
Colombia y Venezuela comparten una extensa frontera de más de 2219 kilómetros, con millones de ciudadanos de ambas naciones viviendo del lado contrario, con un comercio -tanto legal como ilegal- enorme, y un potencial extraordinario para ambas naciones, de lograrse restablecer el orden y el paso migratorio sin la presencia de los grupos alzados al margen de la ley. Esta hermandad de dos siglos de vida republicana, hace que las elecciones en Venezuela sean de gran importancia para Colombia, pues están en juego el destino de millones de personas y la estabilidad de la región.
En tanto, María Corina Machado ha jugado un gran papel en esta contienda electoral, como bastión de la oposición, y quien al ser inhabilitada por el régimen, escogió a Edmundo González, un diplomático de 74 años, como el candidato que la reemplace en la contienda, quien pasó de ser un perfecto desconocido para la opinión pública venezolana, a encabezar todos los sondeos de opinión, alcanzando hasta un 70% de favorabilidad en algunos de ellos, lo cual representa una verdadera intención de cambio.
A pesar de esta clara tendencia, la posibilidad de un fraude electoral sigue siendo una amenaza real y tangible. Por esto, es imperativo que la comunidad internacional vigile muy de cerca este proceso, pues el régimen hará todo lo que esté a su alcance para meterle mano a las elecciones y seguir atornillado en el poder. La legitimidad de esta elección debe ser salvaguardada a través de la observación y los garantes internacionales.
Para Colombia y la región las elecciones venezolanas son trascendentales. Un cambio político en Venezuela estabilizaría la región, nos permitiría mejorar, sin lugar a dudas, nuestra seguridad interna, facilitaría el retorno de miles de migrantes a sus ciudades y pueblos de origen y abriría nuevas oportunidades de cooperación económica. Los ojos de todos están en nuestro país hermano, ojalá las elecciones trascurran en paz y en libertad y por fin los venezolanos puedan quitarse la jáquima de una dictadura irracional que los ha conducido al dolor y a la miseria. Venezuela requiere un cambio y el cambio es ya.
