Este nuevo año la sociedad colombiana y desde luego el gobierno del presidente Duque enfrentaran dos retos de singular trascendencia para el futuro inmediato de la democracia institucional y el Estado de Derecho.
En relación con la economía si bien es cierto los indicadores registrados al cierre del 2021 son alentadores especialmente para consolidar la reactivación pos-pandemia; existen preocupantes proyecciones sobre la inflación; el crecimiento de la deuda pública; el precio del dólar; el empleo y la crisis fiscal.
En este aspecto, conviene recordar que los precios de los alimentos juegan un papel determinante en el bolsillo de los consumidores que generalmente causan malestar, impactando además la sensación de pesimismo colectivo especialmente en los sectores de más bajos ingresos.
Al respecto, el histórico incremento del salario mínimo puede verse desbordado por el crecimiento de los precios en los insumos agrícolas y bienes de capital importados para la industria nacional; los combustibles y el transporte.
En este contexto cobra singular importancia el comportamiento de la economía global que aún esta resentida por los efectos de la pandemia, agravados por los nuevos brotes que amenazan con paralizar otra vez la producción de bienes y servicios en las naciones más desarrolladas, con consecuencias nocivas para los países con economías más dependientes y menos desarrolladas como la nuestra.
En consecuencia, el gobierno nacional como los principales gremios de la producción deberán adoptar de manera concertada y eficaz, decisiones económicas que permitan adaptarse a esas eventuales circunstancias para proteger el salario y la capacidad adquisitiva de la población, pues para nadie es hoy un secreto que la economía, en sus diversas manifestaciones, es la principal preocupación en todos los niveles sociales.
Por otra parte, estaremos abocados a decidir la conformación del nuevo congreso y escoger el próximo presidente. Es decir, la actividad política y electoral ocupará gran parte de la atención ciudadana, en un contexto de desgano, confusión e incertidumbre.
La polarización ideológica entre quienes se alinean con las banderas de la izquierda y de la derecha, representadas especialmente en las coaliciones lideradas por Petro y Uribe; donde los sectores políticos que se definen como de centro pierden cada día mayor espacio, precisamente por la aguda polarización; dibujan con claridad un panorama de confusión e incertidumbre que solamente se empezará a despejar en los comicios de marzo, cuando los partidos y movimientos juegan sus fichas para el congreso y definirán los voceros de las respectivas coaliciones que se enfrentarán en la primera vuelta de mayo.
Mientras tanto, cada ciudadano habrá de reflexionar acerca de que opción política será la mejor para los intereses nacionales, para la estabilidad democrática y para avanzar en consolidar los logros obtenidos a pesar de los evidentes problemas sociales que aquejan a gran parte de la población.
Una buena política económica y social; la lucha seria y frontal contra la corrupción política y el narcotráfico; reformas estructurales en la justicia; en el sistema político y electoral; en la estructura del Estado para hacerlo más eficiente y menos costoso son; entre otros, grandes retos que deberán asumir quienes resulten favorecidos con la voluntad popular en las urnas.
No es en vano que el mayor líder político de los últimos años haya advertido con suficiente anticipación “ojo con el 2022 “.