Ernesto Cardoso Camacho
Reflexionando sobre el comentario reciente que publicó en la red social de facebook el periodista y escritor Marco Fidel Yucumá, donde se lamenta y además alerta sobre la muy escasa concurrencia de público, de funcionarios y de trabajadores de la cultura en los actos verdaderamente culturales y folclóricos del festival; es conveniente llamar la atención ciudadana, de gobernantes, funcionarios y directores de la Corporación; en el sentido de realizar un alto en el camino y replantear el peligroso acento comercial que cada año absorbe y anula por completo, la verdadera razón de ser de nuestra tradición sampedrina.
Nadie puede desconocer que cada año que se celebra el Festival los actos culturales y folclóricos brillan por su ausencia, con organización rutinaria y poca difusión; sin apoyos financieros que estimulen la innovación y la creatividad, pero quizá lo más grave; con la indolente pasividad de gobernantes y trabajadores culturales que al parecer, se vienen conformando con limosnas presupuestales derivadas del clientelismo político.
No es ningún secreto que desde hace varias campañas electorales donde se eligen gobernador y alcaldes, las diversas organizaciones culturales y artísticas que aún sobreviven manteniendo el espíritu cultural y folclórico del Festival, han sido cooptadas por los candidatos que generalmente ganan la gobernación y la alcaldía de Neiva; entregando apoyos políticos y electorales que luego son devueltos con presupuestos de miseria y mucho de favoritismos.
Lo que entonces se percibe es que tanto a unos como a los otros, la cultura y las tradiciones artísticas que constituyen la esencia del Festival, terminan siendo un factor de negociación política y económica, en donde como es apenas natural predecirlo, tales valores esenciales se resignan a la pobreza y la mediocridad.
Hay una realidad dolorosa y amenazante. Si los huilenses no nos paramos con valentía a defender nuestra tradición cultural y folclórica, para que el Festival no termine siendo un evento empresarial donde se conjugan diversos intereses económicos y políticos; perderemos inexorablemente nuestras huellas ancestrales que las anteriores generaciones se esforzaron en mantener y heredar a las siguientes como una riqueza invaluable.
De los muchos comentarios que generalmente se hacen en voz baja, o en las reuniones familiares que aún se realizan para celebrar las festividades con auténtico sabor cultural; el consenso general es que el Festival lo convirtieron en un gran negocio en el cual los que ganan son los gobernantes, sus cerradas roscas de amigos y los empresarios quienes de una u otra manera, recuperan parte sustancial de la inversión que hicieron en el triunfo de su alcalde y/o gobernador.
En este aspecto es sencillo hacer una cuenta elemental. En los tres desfiles importantes de la programación que son los bien conocidos, el costo de los palcos por persona en cada uno de ellos oscila en promedio en 80 mil pesos; se habilitan por la organización comercial de las festividades para aproximadamente 8 mil personas por desfile; lo que arroja una ocupación probable cercana a las 20 o 25 mil personas por temporada, aritmética simple que conduce a presumir unos ingresos probables cercanos a los 1.800 o 2 mil millones de pesos.
Estas cifras son apenas un ingreso probable de los muchos que por otros aspectos percibe la organización y/o la alcaldía de Neiva en la temporada sampedrina. Por tanto, la pregunta obligada es la siguiente. Quien conoce la realidad de los ingresos y gastos que se generan por la realización del Festival? Los informan a la ciudadanía con la necesaria transparencia en una rendición de cuentas de fácil acceso y que se pueda consultar en cualquier momento? Cuánto aportan la gobernación, la alcaldía de Neiva y el gobierno Nacional a través del Ministerio de Cultura? Cuánto aportan las empresas vinculadas que se benefician del Festival? Qué persona, entidad u organismo de control audita las cuentas de ingresos y gastos?
Todos estos interrogantes formulados de buena fe y procurando la transparencia en el buen uso de los recursos públicos, obedecen a una sola inquietud. Es nuestra gran fiesta cultural y folclórica un evento que estimule, promocione y venda nuestras tradiciones; o lo han convertido en un vulgar evento comercial ajeno a ellas; además excluyente, elitista y nada popular?
Ojalá hubiese alguna respuesta de parte de quienes tienen estas responsabilidades.
Nuestras festividades sampredrinas constituyen una gran riqueza cultural que debemos mantener y proteger como un legado de nuestros ancestros, así como los valores y principios que caracterizan la huilensidad. El modernismo y la falta de transparencia amenazan su extinción. Como dice el adagio popular “ es mejor un grito a tiempo que cien vaqueros arriando”.