Alain Perdomo Herrera
La cosmovisión de los descendientes del homo sapiens, es muy particular y diversa, por lo que acertadamente se podría afirmar que, lo que nos hace iguales, es que todos somos diferentes, sin lugar a dudas hemos evolucionado a unos niveles inimaginables a través de la ciencia, al punto que, el principio inteligente que nos rige ha sido utilizado para bien y para mal. La tecnología ha tenido una gran importancia en un mundo globalizado, pero por encima de ello está la economía.
La vida transcurre a ritmos vertiginosos, en muchos casos influenciados por todo cuanto es publicado en las redes sociales: farándula, moda, guerras, odios, amor, consejos, recetas, política, chismes; que infieren el modelo que debemos adoptar, como en modo piloto automático que aleja de la realidad y entrega el control de la vida a terceros.
La mente es muy frágil, el cerebro actúa de tal manera que no sabe distinguir entre lo bueno y lo malo, de ahí el debido cuidado de los pensamientos. El cerebro se divide en cuatro partes, explicado a profundidad en el libro “resetea tu mente”, descubre de lo que eres capaz, del doctor Mario Alonso Puig quien describe las partes como: el hipotálamo asociado con la supervivencia física que permite experimentar sensaciones de comer, evitar que te coman, dormir, salvar la vida, cuando esta parte evoluciona busca la maxificación de posibilidades dentro de ellas la reproducción para transmitir los genes; el sistema límbico también ayuda a la supervivencia para lograr la generación de vínculos afectivos, reglas culturales, evolución y placer; el hemisferio izquierdo en cuanto a supervivencia implica la permanencia de las ideas, creencias a lo largo del tiempo, en relación con la adaptación este recae sobre el conocimiento científico, considerando lo que es ciencia y tecnología derivando de ellas la creación de sociedades en un mayor grado de bienestar, busca la base lógica y categoriza las cosas, cuando hay vacíos construye historias, imagina, supone, fantasea, de allí la idea de que se construye la vida desde esta percepción; por último el hemisferio derecho en cuanto a la supervivencia implica el reconocimiento de nuevos patrones en entornos cambiantes e inciertos, la adaptación desarrolla la cooperación, empatía y voluntad de encuentro, la superación supera la dualidad y se halla con la dimensión más profunda de la existencia, lo que en palabras del psicólogo norteamericano Abrahán Maslow significa “la autorrealización”, para los budistas sería el despertar y en el cristianismo se habla de la referencia del encuentro con Dios, se guardan actividades que nos marcaron y que el hemisferio izquierdo no recuerda, es por ello que se justifica alguna acción.
Desde esta óptica, ni más faltaba inferir que todo es malo, por el contario se debe aprovechar esta facultad natural para poder construir el proyecto de vida, cuestionando cuando haya que cuestionar una idea, un dogma, una teoría, porque el conocimiento llega de diversas maneras, aprendimos las primeras letras con la cartilla coquito, nacho, la alegría de leer, cuando nacimos ya las cosas tenían nombre y muchas de ellas no las hemos cuestionado.
No se debe actuar como ciegos, José Saramago en una de sus célebres obras literarias “ensayo sobre la ceguera” demuestra de manera impecable hasta dónde puede llegar la naturaleza primitiva del ser humano; asumir responsabilidades y no entregar el rol de cada individuo a falsos ídolos o influencer como se les reconoce hoy; cuando soltamos el protagonismo que debemos asumir, será un tercero quien rija la vida, cuando nos reconozcamos como somos, nos dará la capacidad de asumir las riendas de la propia vida, sin fórmulas mágicas, solo entendiendo que tenemos una función en el orden del mundo. Dice la sabiduría popular, sea el mismo, pero no siempre el mismo; es una ley natural la evolución.
