En mi encierro pandémico otro tema obligado ha sido el medio ambiente. Con el cambio climático convertido en el problema de mayor envergadura que enfrenta la humanidad, tanto que amenaza la supervivencia como especie en el planeta Tierra, todo lo concerniente al medio natural, al ecosistema del que respiramos, extraemos los alimentos, las materias primas y materiales para producir los bienes y servicios, etc., es de suma importancia.
Desafortunadamente, la ignorancia sobre el tema era muy grande. Hace relativamente poco tiempo el conocimiento sobre el funcionamiento planetario como un ecosistema vivo que permite el surgimiento de las especies animales, vegetales, de microorganismos…, era muy pobre.
Aunque desde la década de los años 70 del siglo pasado ya se levantaban voces sobre el agotamiento irracional de los recursos del planeta, no va a ser sino en las décadas de los 80 y 90 cuando, producto de las investigaciones que empezaban a dar respuesta a los desastres naturales de origen climático, se desarrollan nuevos conocimientos para comprender las causas y proponer las posibles soluciones al problema ambiental.
Las Naciones Unidas crea el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en 1988 para que facilitara evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.
En una batalla memorable, como que enfrentaba los intereses de los grandes monopolios económicos y financieros, ambientalistas de todo el mundo, acompañados de hombres y mujeres de ciencia que, con gran paciencia y perseverancia, fueron demoliendo las políticas falsas con que defendían las industrias que funcionaban con combustibles fósiles, los grandes contaminantes – los generadores de GEI, gases de efecto invernadero –.
Aún hoy, esa es la batalla que libramos; la de cómo nos desprendemos de unas formas de generar energía vital para la sociedad actual. Sin la cual no podríamos funcionar, cambiándola por fuentes de energía alternativas amigables con el medio ambiente planetario.
Esa transición energética no es fácil, como veremos a posteriori, sobre todo porque no en vano la sociedad moderna fue construida a lo largo de 300 años utilizando minerales combustibles de todo tipo que, no sabíamos eran dañinos para el ecosistema planetario.
Hacer esa transición no es fácil: para la muestra un botón de estos tiempos pospandémicos. Europa una región que lleva años invirtiendo gigantescas sumas en energías alternativas está afrontando durante el invierno que está entrando, costos impagables de la energía porque, su matriz energética depende en buena medida del gas combustible y, han tenido que volver a usar generadoras altamente contaminantes como las termoeléctricas a carbón. Si eso le pasa a una región de países desarrollados, de los más ricos, ¿qué dificultades podemos esperar países con economías débiles como el nuestro?
