Por: Diana Sofía Giraldo
En circunstancias de extrema fragilidad y temor como las que vivimos actualmente los seres humanos, el sólo anuncio de la llegada de la vacuna contra el coronavirus ha sido recibido con sobre-expectativas que le atribuyen poderes de prevención definitivos e inmediatos. Pero la verdad dista aun de la ilusión. Estamos en una fase de ensayo y error, transmitida en vivo y en directo por los medios de comunicación, que puede traer consecuencias impredecibles para los millones y millones de «conejillos de indias» y convertirse en una prueba implacable para la credibilidad de la ciencia.
La necesidad urgente de mostrar soluciones contra la pandemia para conservar la gobernabilidad, llevó a los gobiernos a volcarse en una verdadera rapiña por adquirir y acaparar las vacunas, cuya capacidad de crear inmunidad a largo plazo no ha sido probada, y a las multinacionales de la salud a comercializar los resultados de un proceso científico sin concluir, a unos costos astronómicos y con métodos de negociación, desde una posición de poder, que tienen arrinconados a los países más pobres y sometidos a los más ricos.
Si con la misma rapidez con que se anuncian planes de distribución se explicara a los vacunados que éstas inducen defensas de muy corta vida y que no hay claridad sobre la duración de la respuesta inmunitaria, ni sobre la protección a largo plazo, bajaría la euforia y tendríamos una esperanza más realista.
Y frente a preguntas tan simples como ¿después de vacunado puedo seguir usando tapabocas? O si me vacuno, ¿corro el riesgo de infectarme o de contagiar a otro?, ¿por cuánto tiempo me sirve la vacuna?, ¿me deja totalmente protegido? Vale la pena escuchar con mucha atención a Antony Fauci, la máxima autoridad en enfermedades infecciosas en EEUU. Estas fueron algunas de sus respuestas al programa Foro Global de CNN:
«La gente se pregunta ¿por qué llevar tapabocas después de aplicarse la segunda dosis de la vacuna? El punto final de la prueba de la vacuna demuestra que uno puede acabar infectado sin síntomas y tener restos del virus en faringe y fosas nasales. Se debe usar mascarilla (después de la vacuna) para evitar infectar y la otra cara de la moneda es que uno puede que no esté totalmente protegido. Vacunarse no significa que puedo viajar. Vacunarse no significa que pueda dejar de protegerme y de proteger a los demás».
¿La vacuna no evita la infección? “No lo sabemos como hecho verificado. Los hechos no los tenemos. Y eso hay que estudiarlo. Con el tiempo podremos estudiarlo y llevar una valoración cuantitativa».
Lo único realmente cierto es que si los gobiernos se ven arrinconados por las exigencias de los laboratorios que producen la vacuna y condenados a comprar sucesivamente, con cada mutación, una nueva generación de la misma, los organismos multilaterales, como la ONU, deberían exigir a estas multinacionales de la salud, en nombre de toda la humanidad expuesta, que levanten la confidencialidad y den respuesta a preguntas tan concretas como: ¿Qué tanto dura la inmunidad en las personas vacunadas? y ¿qué porcentaje de la población vacunada se protege? Claridad sobre la intensidad y duración.
Es necesario que se levante la confidencialidad económica y científica. Sólo los gobiernos unidos podrían hoy enarbolar la bandera del derecho a la vida ante los intereses económicos que comercializan la supervivencia del ser humano.