POR: Ernesto Cardoso Camacho
Confieso que tuve mis dudas acerca de cómo titulaba la opinión semanal que el Diario me publica cada sábado. Sin embargo, con los escandalosos acontecimientos divulgados por la revista Semana el jueves pasado, donde quedo en plena evidencia la perversidad de la estrategia política diseñada por la cúpula del Pacto Histórico; me llevó a descubrir que la campaña de ese sector político tiene una muy alta dosis de odio; sentimiento que, a su vez, genera algo más que rechazo e indignación. Produce miedo. Pues pienso que, si así actúan en la campaña, ¿cómo serán en el gobierno?
La definición semántica del odio es “sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia”.Para nadie es hoy un secreto que la campaña electoral del petrismo está plagada de odio hacia el expresidente Uribe, pues lo consideran el único responsable de las desgracias del país y lo catalogan de paramilitar y asesino endilgándole la muerte de 6.002 colombianos mediante los llamados falsos positivos. Han llegado a tal punto que la campaña sistemática de desprestigio hacia el expresidente ha escalado hasta la cúpula de un sector del sistema judicial. Y recientemente concluyó con los arteros ataques al candidato Fico Gutiérrez a quien encasillaron como el candidato de Uribe.
Por ello no sería extraño que, en los días que restan hacia la segunda vuelta, insistan en etiquetar a Rodolfo como el candidato de Uribe. Su desaforado apetito de poder los ha conducido al todo vale, convirtiendo la estrategia política que es una herramienta legítima en una democracia, en hechos y acciones que sobrepasan los límites naturales de la ética pública y conducen a violentar el buen nombre y la dignidad humana de sus competidores.
Por otra parte, el miedo se define como “sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea”.
Ahora bien. Es una verdad bien sabida que, tanto en la vida como en la actividad política, el negativo sentimiento humano del odio y el rencor tienden a generar una reacción natural de temor y miedo. Es como cuando el agresor asalta a su víctima aprovechándose de circunstancias de indefensión de esta o de evidente superioridad física de aquél. En estas condiciones, el temor y el medio constituyen un comprensible mecanismo de defensa que le permitirán a la víctima reaccionar en contra de su agresor para acudir a lo que en el derecho penal se ha denominado la legítima defensa.
Eso es precisamente lo que condujo al candidato Hernández a considerar que su integridad podría estar amenazada, razón por la cual prefirió, prudentemente, suspender su actividad proselitista en actos públicos. Con la franqueza y el carácter muy propios de su raza santandereana ha calificado a sus rivales, por la bajeza y la perversidad de su estrategia, como “una banda de criminales”.
Lo cierto es que nunca antes los colombianos habíamos presenciado y sufrido una campaña política presidencial tan agresiva y vergonzosa. Pareciera que los del Pacto Histórico y en particular su candidato Petro, consideraran esta como su única o última oportunidad de conquistar el poder por la vía democrática. Al no conseguir su objetivo del “cambio en primera” y al ser sorprendidos por los resultados de la primera vuelta, donde el candidato Hernández ha logrado sintonizarse con el sentimiento popular de derrotar a los políticos corruptos, como los que rodean a Petro; su discurso populista ha quedado fuera de foco.
Al parecer entonces la disyuntiva a que estaremos sometidos el próximo 19 de junio, será algo más que entre izquierda y derecha; será también entre el odio y el miedo.
