En los últimos años, ha habido un notable incremento en la apertura de bares y discotecas en donde la fiesta y el consumo excesivo de alcohol parecen ser la norma. Esta proliferación ha dado lugar a un ambiente de descontrol, donde los ruidos nocturnos y los disturbios se han vuelto parte de la vida cotidiana de los residentes.
DIARIO DEL HUILA, NEIVA
POR: ALEJANDRO POLANCO
Los habitantes de los barrios Santa Inés y Cándido Leguizamo, en la Comuna 1 de Neiva, han estado lidiando durante años con una creciente problemática que ha transformado su entorno residencial en un área de caos y descontrol. Lo que alguna vez fue un vecindario tranquilo ha evolucionado en una «zona rosa» concurrida, con un aumento desmedido de establecimientos comerciales que expenden bebidas alcohólicas. Esta situación ha generado un ambiente inseguro y ha expuesto a los residentes, especialmente a los jóvenes, a situaciones peligrosas y a la normalización del consumo de sustancias psicoactivas.
Un problema en aumento
La problemática ha ido empeorando durante los últimos cinco años. La llegada masiva de bares y establecimientos que venden alcohol ha atraído a un gran número de jóvenes, quienes frecuentan la zona, incrementando el consumo de alucinógenos. Este cambio en la dinámica social del área ha hecho que los residentes se sientan inseguros en sus propios hogares. Los jóvenes y niños de la comunidad, que transitan cerca de varios centros educativos —incluyendo la Universidad Surcolombiana y varios colegios— se ven obligados a convivir con consumidores de sustancias, quienes a menudo intentan inducirlos al consumo.
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El impacto en la comunidad
La creciente actividad comercial y el consumo de drogas han llevado a un aumento en la inseguridad y los delitos, como robos y riñas. Los espacios públicos se ven invadidos por motocicletas y mesas de bares, restringiendo el uso del área por parte de los vecinos.
Además, la llegada de indigentes y recicladores, muchos de ellos consumidores de drogas, ha contribuido a la degradación del entorno pues amanecen en los andenes de las casas creando un ambiente de incomodidad palpable. Los propietarios sienten que su tranquilidad se ve interrumpida, ya que estos individuos, en busca de refugio, se convierten en una constante en las puertas de sus hogares.
El ruido generado por los bares y las peleas entre consumidores ha añadido una carga adicional para los residentes, quienes se ven obligados a encerrarse en sus hogares por el miedo a la violencia y el desorden. La situación ha alcanzado un punto crítico, y los vecinos han comenzado a organizarse para buscar soluciones.
Y es que el descontrol del consumo de alcohol ha llevado a que algunos borrachos realicen sus necesidades fisiológicas en plena vía pública, lo que agrava aún más la situación. Este comportamiento no solo afecta la higiene , sino que también refleja un abandono de las autoridades que parece no tener fin.
Acciones de la comunidad y respuesta de las autoridades
Los habitantes han realizado múltiples denuncias ante diversas autoridades, incluyendo la personería municipal, la policía y la alcaldía, pero sus esfuerzos han sido recibidos con respuestas parciales. Si bien se han iniciado procesos para cerrar algunos establecimientos que no cumplen con la normativa de uso de suelo, el progreso ha sido lento. Hasta la fecha, los procesos judiciales han ordenado el cierre de tres bares, pero la apelación de dos de ellos ha retrasado su implementación.
El 2 de octubre, una reunión convocada por la comunidad y apoyada por la policía comunitaria reunió a representantes de varias secretarías de la alcaldía, quienes escucharon las inquietudes de los residentes. Sin embargo, a pesar de algunos compromisos, los resultados no se han materializado. La policía, aunque realiza rondas en la zona, enfrenta limitaciones en cuanto a la judicialización de los infractores y el tiempo necesario para llevar a cabo allanamientos.
Un llamado a la acción
Esmeralda Castellanos, presidenta de la Junta de Acción Comunal de Santa Inés, ha expresado la urgencia de abordar esta situación. En el dialogo con el Diario del Huila, Castellanos ha destacado la necesidad de que las autoridades escuchen a la comunidad y tomen medidas efectivas para restaurar la seguridad y el orden en el barrio. La preocupación por la salud y bienestar de los residentes es apremiante puesto que muchos sufren problemas de salud derivados del estrés y la inseguridad, y los jóvenes se ven atrapados en un ciclo de consumo y violencia.
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Los grupos comunitarios han empezado a proliferar, buscando una solución a este desbordamiento. Sin embargo, las respuestas de las autoridades han sido insuficientes para garantizar un ambiente seguro y saludable. La falta de una respuesta coordinada y efectiva ha dejado a los vecinos sintiéndose impotentes, enfrentándose a una crisis que afecta su calidad de vida y la estabilidad de su entorno.
Un futuro incierto
Con la situación actual, la esperanza de una resolución rápida parece lejana. Los procesos judiciales son largos y tediosos, y la comunidad se encuentra atrapada en un ciclo de promesas incumplidas. La preocupación por el futuro de Santa Inés y Cándido Leguizamo crece, ya que la falta de atención por parte de las autoridades podría llevar a un deterioro aún mayor.
Castellanos resalta que «la seguridad y la convivencia son derechos fundamentales que deben ser garantizados». Es urgente que las autoridades escuchen a la comunidad y actúen en conjunto para revertir esta situación. La comunidad anhela un entorno seguro donde los jóvenes puedan prosperar y los espacios públicos sean lugares de esparcimiento y no de temor.
La comunidad sigue esperando un cambio significativo, un compromiso genuino de las autoridades para abordar no solo el problema del descontrol urbano, sino también para garantizar que sus hijos y jóvenes crezcan en un entorno seguro y saludable. Mientras tanto, la lucha por recuperar su barrio continúa.