La discusión no es la aparición de Epa Colombia en el periodismo colombiano. El meollo es la exageración con la que se la quiere convertir en tendencia. No hay un día de nuestra raquítica agenda periodística sin que Epa Colombia sea noticia. Todos los días se registra algún tipo de información, la mayoría de las veces banal y superflua, en los más reputados periódicos del país.
Pero el problema no es Epa; Epa es sólo uno de los tantos recursos que ahora usan los medios de comunicación para seducir públicos y audiencias. El afán no es informar, sino atraer, atrapar, enganchar y subir en reproducciones y en likes, por encima de las otras fábricas de cortinas de humo que son ahora nuestros medios de información.
La epauperización puede entenderse como un nuevo verbo que define y da cuentas del nivel de pobreza al que han llegado los medios (impresos, digitales, radiales y audiovisuales) en ese afán hiperbólico de volver tendencia y noticia lo superfluo, liviano, anodino, insustancial y ordinario. Una información desechable se genera y consume con la velocidad de las nuevas tecnologías en el marco de una era del vacío que no trasciende y no perdura en la línea delgada del tiempo; noticias se desechan en un día y se arrojan al río del olvido con la misma rapidez con las que fueron inventadas o creadas en las redes sociales.
Es triste que a pesar del espectro de la información y de la comunicación tan amplio, tan diverso, tan heterogéneo, tan plural y tan exuberante en datos, personajes y hechos, los medios colombianos se queden en la rumiadera de las mismas figuras de siempre, ampliando hasta la saciedad su desteñida repercusión en el ámbito académico, cultural, artístico, social y político. Como si a los 50 millones de colombianos les interesara únicamente el chisme (espero que no), la banalidad, la trivialidad y el espectáculo. Es lamentable que los medios nacionales contemporáneos desestimen la capacidad crítica, reflexiva y académica de sus consumidores. Es preocupante que piensen que el grueso de la población colombiana es frívola, banal y estúpida. Es escalofriante y patético que piensen que el colombiano promedio adolece de inteligencia y que se le puede distraer con farándula, espectáculo y banalidad.
Que Epa Colombia cambió de look, que Epa Colombia es más importante que García Márquez, que el polémico beso en la boca de Epa Colombia con Kunno, que la vulgar manera en la que ‘Epa Colombia’ presume por ser la más “influyente en Colombia”, que ‘Epa Colombia’ revela su salario y cómo lo reparte en el mes’.
Ni «El Tiempo», ni la revista «Semana» (la fábrica más grande de falacias), ni «El Espectador», ni «El Universal», ni RCN son inmunes a la industria del chisme, del rumor y de lo trivial. Peor aún, se regodean con complacencia en abrir sus páginas, plataformas, cámaras y micrófonos a la camionada de basura y banalidad que se reproduce a diario en Twitter, Facebook e Instagram. Ya no hay diferencia, y si la hay, la línea es muy delgada entre los medios sensacionalistas y amarillistas y los que no lo son. En ocasiones se ve más seriedad y preocupación social en el periódico «Q’hubo» que en la revista «Semana». Es lamentable el lugar en el que se encuentran los que considerábamos medios serios hace un par de años. Hoy por hoy, «El Espacio», la revista «Vea», «Q’hubo», «Semana», «El Universal», y «El Tiempo» compiten al mismo nivel y con el mismo argumento: la estulticia de la farándula, el rumor, el ruido, lo baladí y el espectáculo.
Y cuando no es Epa, es Yina Calderón. Y cuando no es Yina Calderón, es Karol G. Y cuando no es Karol G, es Ana del Castillo. Y está bien que sean noticia, pero ¿todos los días, cada 12 horas? O bien los espectadores y lectores de ahora son muy banales y superficiales, o bien los periodistas absolutamente perezosos, anodinos y poco creativos. Prefiero suponer que es más lo segundo, pues conozco a las audiencias, conozco el espectro artístico y cultural del país y sé que son millones los colombianos que ya no consumen medios tradicionales y prefieren ocupar su tiempo y su espacio en información mucho más trascendental, profunda y estimulante.
La gente se cansa: bastante tenemos con cuatro horas de chismes los fines de semana para tener ahora chismes y chistes las 24 horas del día, y en los más «reputados» medios de información. Y una nación que se entretiene a base, de banalidad, a punta de rumores no tiene futuro; nada bueno le puede deparar el mañana