Diario del Huila

«Era el motor de nuestra familia»

Sep 2, 2023

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En medio de la ausencia y el dolor al cumplirse un año de la pérdida de su esposo, el patrullero John Fredy Bautista Vargas, quien junto con otros seis uniformados de la Policía Nacional fueron asesinados en medio de una emboscada en zona rural de Neiva, Erica Cristina Coqueco habló con el Diario del Huila sobre el trago amargo que vive por la irreparable pérdida de quien era el motor de su familia.

Diario del Huila, crónica

Por: Armando Parra Londoño.

El 2 de septiembre de 2022, a las 2:30 de la tarde y a una distancia de 60 kilómetros de la ciudad de Neiva, ocurría una de las masacres más atroces de los últimos seis años desde la firma del Acuerdo de Paz con la guerrilla de las Farc en 2016. Allí, a escasos minutos del corregimiento de San Luis, en el sector conocido como Corozal, la vida de siete uniformados de la Policía Nacional, adscritos a la Metropolitana de Neiva, era arrebatada de la manera más cruel e inhumana posible.

Un artefacto explosivo, seguido por ráfagas de fusil, truncó la vida del Intendente Wilson Jair Cuéllar Losada, del Intendente Luis Alberto Sabi Gutiérrez, del Patrullero Duverney Carreño Rodríguez, del Patrullero John Fredy Bautista Vargas, así como de los Auxiliares de Policía Santiago Gómez Endes, Cristian Ricardo Cubillos Borbón y Arles Mauricio Pascuas Figueroa.

A esa misma hora, en el barrio José Eustasio Rivera de Neiva, Erica Cristina Coqueco preparaba Juan Valerios, un platillo elaborado a partir de plátano y chicharrón. Tenía la intención de venderlos para generar algún ingreso y contribuir así a los gastos del hogar, brindando apoyo a su esposo, el patrullero John Fredy Bautista, con quien había compartido la mañana de aquel 2 de septiembre, luego de que él y sus compañeros habían llegado provenientes de San Luis, a una integración. Así lo recordó su esposa.

«El día antes me escribió al WhatsApp, contándome que venían para Neiva a una recreación, llegó a la casa, sacó ropa ligera y me fui a acompañarlo a esa actividad, compartimos también con algunos compañeros. En la noche, lo dejaron quedar en la casa y muy a las 8:00 a.m. del 2 de septiembre lo dejé en las instalaciones de la Policía Metropolitana de Neiva», narró Erica Coqueco.

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La mañana transcurrió de manera tranquila, Erica y el patrullero John Bautista continuaron comunicados a través del WhatsApp, tocaron algunos temas del hogar y de uno de sus hijos, ya que él estaba en un grupo de padres de familia del colegio. Según Erica, fue pasada la una de la tarde, cuando perdió comunicación con su esposo, quien en ese momento y sin dimensionar la tragedia, iba camino a encontrarse con la muerte.

A las 2:30 de la tarde, la noticia del ataque a la patrulla se regó como pólvora y las redes sociales daban información de lo sucedido; mientras tanto, Erica continuaba preparando los Juan Valerios, sin imaginar la tragedia que estaba a punto de vivir.

Fue una llamada de su mamá, quien le alertó de lo sucedido. «Entré en shock y lo último que pensé es que hubiera sido algo tan grave», recordó Erica.

Sin embargo, una llamada de un compañero muy allegado de John Bautista le recomendó dejar lo que estaba haciendo e ir de manera rápida a las instalaciones de la Policía Metropolitana. Llegar ahí fue todo un caos, recuerda que la hicieron pasar junto con otros familiares a la capilla, pero nadie daba información.

«Cuando llegué a la Metropolitana esperé alrededor de 15 minutos, no me daban información. Me enteré por una familiar que me llamó a contarme que en redes sociales había salido un listado con los nombres de los posibles uniformados fallecidos en el ataque. Desde ese momento mi mundo y el de mi familia nos cambió»

Ausencia del Estado

Los días posteriores a la masacre, Erica y sus dos hijos fueron objeto de atenciones y acompañamiento psicológico, pero fue cuestión de meses para que los héroes comenzaran a quedar en el olvido y con ellos a sus familias, quienes nunca se recuperarán de esta pérdida.

El patrullero John Bautista tenía 31 años de edad al momento de su muerte, 12 de ellos los dedicó a servir con ahínco a la institución. Contaba con seis condecoraciones y 44 felicitaciones. Sin embargo, un año después, su esposa solo viene recibiendo un bono de 150 mil pesos mensuales para los refrigerios de su hijo, el cual es redimible en una reconocida cadena de supermercados del país. Dicho bono es entregado por la oficina de Obras Sociales de la institución policial.

Un año después, Erica tampoco ha logrado la pensión de sobreviviente de su esposo; asegura que no ha habido voluntad para hacerlo, mientras ella tiene que ingeniárselas para solventar las necesidades de sus hijos.

Hoy pagan arriendo en una humilde vivienda en el oriente de Neiva, pues el sueño de tener una propia y por el que venía trabajando su esposo parece haberse quedado en solo una utopía.

«John era un excelente padre, cuando nos conocimos yo tenía un hijo de cinco años y él asumió su rol de papá; luego nació nuestro hijo y siguió siendo esa persona amorosa de la cual me enamoré. Trabajábamos para darle un buen bienestar a los niños. Hoy, su ausencia es lo más duro que me ha tocado enfrentar, y aunque mis hijos poco a poco asimilan lo sucedido, su recuerdo está más presente que nunca», relató entre lágrimas Erica Cristina Coqueco, esposa del patrullero John Fredy Bautista Vargas.

Una mariposa negra

Escéptica a las supersticiones, Erica recordó con el pasar de los días que aquella mañana del 2 de septiembre, antes de partir a un viaje sin regreso, su esposo encontró en la habitación de su hijo una mariposa de color negro. Ambos la vieron y decidieron sacarla sin darle mayor importancia. Pero esa misma mariposa, con el pasar de las horas, volvió, tal vez anunciando la tragedia que hoy los tiene con el alma rota.

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