Diario del Huila

¿Espacio público para qué y para quiénes?

Jul 1, 2023

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AMADEO GONZÁLEZ TRIVIÑO

Nuestro espacio público no es público, sino que es para lo vivos y los corruptos. Es una sentencia que se repite por doquier, especialmente en pueblos pequeños, como los del centro del Departamento, por muy diocesano que sea, donde el espacio público es la tienda, el almacén, cantina, tarima para el desastre y por qué no, el modo de lucro de unos funcionarios ineptos e incompetentes que se dan sus trazas para que todo lo anterior funcione arbitrariamente.

Estas fiestas tradicionales que se viven, nos tienen que hacer sentar cabeza y pensar que no podemos perpetuar las formas de elección de funcionarios mediocres que se hacen acompañar en su gabinete por quienes no tienen la más mínima formación ciudadana y hacen parte de séquitos de aduladores del jefe de turno que terminan siendo monigotes al servicio de la burocracia en una sociedad corroída en la médula y artífice de su propio desastre.

El espacio público debe ser parte del territorio del ciudadano, debe ser parte integral de la formación de los grupos sociales que entienden que hay posibilidades de tener puntos de encuentro en la diversidad y en la participación de intereses, permitan la convivencia pacífica y el rescate de la solidaridad sana y hacia la construcción de una espiritualidad que hemos perdido.

No podemos ser cómplices de esas administraciones que de la noche a la mañana, por su permisividad en el abuso del espacio públicos y de las vías, permite que funciones en zonas céntricas almacenes que se aprovisionan en las primeras horas de la mañana, hasta entradas las horas de la tarde y ocupan andenes vías y expongan a los ciudadanos a ser víctimas del atropello y de la ausencia de una oficina que modere y exija el cumplimiento de sus postulados de guarda ciudadana, o que a escasos metros del parque principal permitan a cualquier hora la actividad industrial con tractomulas que paralizan el tráfico o arrasan con los semáforos.

Todo lo anterior, consonante con oficinas de Planeación Municipal que solo están investidas con las Inspecciones de Policía, para vivir la ceguera de que nos hablara Saramago, en una epidemia que da grima y que nos convoca hoy a volver los ojos por poblaciones que han estado en los últimos años, al vaivén de funcionarios que todo parece indicar que no viven en estas tierras o que se ocupan más de sus negocios personales que de la “cosa pública” como dice el argot popular.

Pero quién ronda a quién. No tenemos futuro, y ya se anuncian campañas de quienes pretenden ocupar muy pronto los cargos de elección popular y es cuando tenemos razón para seguir en la inopia, en la desgracia más grande, cuando quienes se muestran como alternativa, nada halagüeño pueden ofrecer, por su signo de ineptitud y de impericia y de ausencia de compromisos que ya han tenido como funcionarios públicos.

No son los títulos o los cartones y las condiciones académicas que quieran ahora exhibirse, no son las cuotas políticas de la burocracia cuestionada en este país, las que puedan servir de base para su reconocimiento. Es su compromiso real y trasparente el que tenemos que buscar, es la forma como se adquiera esa posibilidad de dignificar la función pública y que tenga la entereza de no contar con los mismos, y que haya un cambio, una trasformación real en las formas de exigir y demandar ciudadanía. Hagamos del espacio público un punto de encuentro del territorio, como nuestro y para la defensa de nuestra identidad ciudadana.

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