Alfredo Vargas Ortiz
Orgullosamente Abogado y Docente de la Universidad Surcolombiana
Doctor en Derecho por la Universidad Nacional de Colombia
En medio de esta terrible polarización, la razón nos enseña que es preciso filtrar, a través de la lógica y el análisis, la información que circula en los medios de comunicación. Es necesario develar los intereses que protegen y, sobre todo, constatar la veracidad de lo que ocurre en nuestro diario vivir. Una primera cuestión que tenemos muy clara es que la mentira repetida de que Colombia es la democracia más estable de América Latina, defendida a viva voz por los líderes tradicionales, es una falacia argumentativa fácil de refutar, siempre y cuando entendamos por democracia la plena vigencia de los derechos de las personas. Dictaduras como la de Chile, que duraron más de 40 años, fueron responsables del asesinato y desaparición de más de 3,000 personas. Sin embargo, en la democracia colombiana llevamos más de 60,000 desaparecidos y más de 450,000 muertos en las últimas cinco décadas. A esto se suma, según el reporte de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas del conflicto, que cerca de 9,758,045 personas han sido víctimas de violaciones a los derechos humanos, casi la población total de un país como Suecia, que tiene alrededor de 10 millones de habitantes.
Otra de las falacias repetidas por algunas personas es declarar exitosa la política de seguridad democrática en Colombia, propuesta y desarrollada por el expresidente Álvaro Uribe. Los huilenses que se identifican con esta línea ideológica de extrema derecha deben saber que, gracias a esta política, más de 6,400 personas (204 solo en el departamento del Huila), inocentes, sin ninguna vinculación con los grupos guerrilleros, campesinos, jóvenes y desprotegidos cuyo único problema era ser pobres, fueron masacrados de manera cobarde por miembros de nuestro ejército. Lo hicieron en busca de ascensos o premios fútiles, precisamente con las armas que el pueblo les entregó para que nos defendieran.
Se reitera también que los actuales escándalos de corrupción representan una crisis sin precedentes en la historia de Colombia. Por supuesto, lo ocurrido es grave, más aún cuando quienes lideran estos escándalos tenían línea directa con el presidente de la república. Por ello, esperamos que la justicia actúe de manera imparcial y oportuna, y sancione a quien deba sancionar por traicionar a quienes creemos en la necesidad de cambios sociales para hacer de Colombia un país más justo y equitativo. Pero que no vengan a decir los responsables de la permanente pobreza, inequidad, violencia, desempleo e inestabilidad económica de Colombia que todo es culpa del presidente Petro. Y mucho menos, que por ello es necesario poner en manos de los mismos responsables, en gran parte, del problema, la solución. Eso es como creer que se le puede dar casa por cárcel a un violador de sus propios hijos.
Lo cierto es que, gracias a las redes sociales y a personas que han luchado día a día por un mejor país, hoy nos enteramos de primera mano que Colombia está cambiando. Por ejemplo, cuando se asigna matrícula gratuita a quienes estudian en la universidad, cuando se entrega tierra a los campesinos y víctimas del conflicto, cuando se suspenden los ataques desmedidos por parte de la fuerza pública contra la población civil y no se le sacan los ojos a la gente por querer protestar, cuando se logra una reforma a las pensiones que pretende beneficiar a nuestros más de 3 millones de ancianos. En fin, esperemos que, en 2026, Colombia elija nuevamente a personas que sigan por ese camino de hacer los cambios reales que requiere nuestro pueblo y con ello estar del lado correcto de la historia.