Por: Harold Salamanca
Según información publicada en el periódico La República, Colombia tiene una de las matrices de generación eléctrica más limpias del mundo. Para el año 2018, la capacidad instalada de generación en el Sistema Interconectado Nacional fue de 17.312 Mega-watts (MW). De esta capacidad instalada, el 68,4% correspondió a generación hidráulica, casi el 30% a generación térmica (13,3% con Gas Natural, 7,8% con combustibles líquidos y 9,5% con carbón) y aproximadamente el 1% con fuentes no convencionales de energía renovable (eólica, solar, y biomasa).
Aunque, nos ufanemos de la limpieza de nuestra matriz de generación, no dejan de preocupar algunos temas como: i) La dependencia de la generación de energía con recurso hídrico, que expone al país a la incertidumbre de la ocurrencia; los fenómenos climáticos, como, la excesiva sequía, que terminan afectando la prestación del servicio (racionamientos) y de paso generando a los consumidores finales altos costos que se pagan por los kilovatios consumidos. Con el agravante, que, una vez suben a causa de la sequía, nunca vuelven a bajar en época de lluvias.
ii) La baja participación en la matriz de generación de las fuentes de energía renovable, que, tienen como característica general, una importante inversión inicial para el montaje de la infraestructura para la generación energía, y muy bajos costos de operación que permiten la pronta recuperación de la inversión. Lo anterior, auspiciado en parte por la arraigada creencia que existía en el medio energético nacional, que, la generación de este tipo de energía era demasiado costosa; desmitificada y desvirtuada, gracias a los disruptivos avances tecnológicos, que hoy hacen que el kilovatio generado por esta tecnología, sea altamente competitivo.
Con este panorama y en línea con la necesidades de diversificación y confiabilidad de la matriz de generación energética del país, y las políticas mundiales que orientan la responsabilidad que tenemos con el medio ambiente, se aprobó el documento COMPES 4075, que promueve en el sector eléctrico la eficiencia energética, el fortalecimiento de los mercados energéticos, la digitalización del sector y las medidas para cerrar la brecha en la prestación de servicios de energía eléctrica. Lo importante, es que esta política de estado se traduzca prontamente en un medio ambiente menos contaminado, en una matriz de generación de energía más confiable, en mayor cobertura del servicio de energía eléctrica en regiones apartadas, y por supuesto, el traslado de los beneficios en tarifas a los usuarios finales.