Jorge Eliseo Cabrera
A raíz del lamentable deceso del Ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo, han coincidido analistas, políticos, empresarios y voceros de distintos sectores de opinión, en reconocerle su gran vocación de servicio público y su entrega total en la defensa de la patria, de sus instituciones y de sus conciudadanos, con la excepción de una sola persona mezquina, es decir, falto de nobleza de espíritu.
Falleció Carlos Holmes en el mejor momento de su vida, cuando se le reconocía como un verdadero estadista, lleno de sabiduría, de conocimientos y de virtudes, en la antesala de una candidatura presidencial. Pero, además, en su ya larga trayectoria pública jamás se escuchó la más mínima sombra de una duda sobre su intachable conducta en el ejercicio de los importantes cargos desempeñados, actuando siempre con una absoluta honestidad y transparencia.
Nunca mezcló los intereses particulares con los sagrados intereses de la Patria. Es por ello que siempre se ganó la confianza de los gobernantes, quienes le asignaron destacadas misiones a desempeñar. Siempre lo guio su gran vocación de servicio público, por encima de cualquier sectarismo banderizo.
En el Congreso de la República, cuando fue citado a debates y mociones de censura fue brillante, categórico, y demostró haber sido absolutamente diáfano en todas sus actuaciones.
Había emprendido una dura batalla contra el narcotráfico, según sus propias palabras, “Herencia maldita de 200 mil hectáreas de coca que nos dejó el anterior mandatario”. Esta tarea la debe continuar su sucesor, no obstante, los “Beneficios” otorgados en el acuerdo de paz, y la complicidad de algunos sectores de la justicia colombiana, que han impedido hasta ahora la reanudación de la fumigación aérea de los cultivos ilícitos.
Su otra gran lucha, cuando fue Ministro de Relaciones Exteriores, fue la de tratar de restablecer la democracia en el vecino país de Venezuela, obteniendo la solidaridad de muchos países, gracias a su liderazgo.
Uno de mis hijos, hace ya varios años tuvo la oportunidad de trabajar junto a él, durante una semana en la ciudad de Lima, cuando desempeñaba Carlos Holmes el cargo de Embajador ante la comunidad europea, en la negociación del Tratado del Libre Comercio de Colombia con esos países. Fueron muy gratos los gratos y mutuos recuerdos de ese encuentro.
A mi señora y a mí, siempre nos ha unido una cercana amistad con Alba Lucía Anaya Cabrera, como quiera que la entrega de regalos con motivo de nuestro matrimonio, se llevó a cabo en su casa del barrio Santa Ana.
Nuestra sentida condolencia para Alba Lucía, haciendo votos por su pronta recuperación de salud, sus hijos y demás familiares.
