Luis Alfonso Albarracín
Diariamente las familias colombianas se sienten atemorizados ante la proliferación de organizaciones criminales que están generando ambientes desestabilizadores en los municipios del país, desbordando la capacidad de respuesta de las autoridades para contrarrestar a estos actos delincuenciales. La sociedad colombiana se encuentra hastiada por el aumento desbordado de la inseguridad ciudadana. A pesar de que se escuchan cifras oficiales, que va decreciendo en los últimos meses, las familias cada vez se ven expuesta a ser víctimas de atracos, lesiones y en muchas ocasiones en asesinatos. Estos actos delincuenciales ocurren a cualquier hora del día o la noche. No interesa el lugar. Los motorizados andan sin control alguno en las zonas urbanas y rurales. Aunque la cifra de homicidios en la capital huilense tiende a la baja, en relación con el año anterior, hay preocupación por otro tipo de delitos. El mes más violento de este año fue septiembre, con 14 víctimas. De acuerdo con el más reciente informe de Medicina Legal, en el mes de septiembre de este año se registraron 68 homicidios, es decir, 30 casos menos de los registrados el año anterior, con un indicador de 98 casos.
En las vías del departamento, un vehículo no se puede pinchar, ni vararse en horas de la noche. Cuando ocurre esta situación desafortunada, le caen tres o más motos en gavilla, para atracarlos y hurtales todos los bienes que llevan en el vehículo. Inclusive son atracados hasta dos o tres veces seguidas. Es un terror quedarse varado en las horas nocturnas. No existe presencia de las autoridades. Las motos andan sin placas y sin controles de las autoridades. Se está volviendo reiterativo estos eventos delincuenciales. En algunas ocasiones son capturados y a las 48 horas son dejados en libertad. Solo falta que los jueces los condecoren por sus habilidades que alteran la tranquilidad ciudadana. Estamos viviendo momentos de terror. Me disculpan mis lectores. Pero es la triste realidad que estamos viviendo todos.
Igualmente, en otrora se notaba en la ciudad de Neiva, que existía una dinámica en la vida nocturna. Hoy después de las 9 de la noche, las calles de la ciudad quedan vacías. Así lo he verificado cuando transito a esas horas. El temor es generalizado. Estamos expuestos en cualquier momento, a ser abordados por estos delincuentes. En un salón de belleza, cafetería, gastrobares, establecimientos comerciales, estamos sujetos ser atracados por estas bandas delincuenciales, que andan armados de manera ilegal. Mientras el Estado promueve que la gente honesta esté desarmada. Es una gran contradicción. Paralelamente con los altos niveles de impunidad que presenta la justicia colombiana, acabamos de completar el menú diario de la permanente inseguridad ciudadana. Los huilenses estamos expuestos en cualquier momento a ser atracados, lesionados y muertos por estos depravados sociales que andan circulando libremente por las zonas urbanas y rurales de los municipios.
Lo anterior no puede continuar. Esto tiene que cambiar. La sociedad colombiana, pide a gritos más justicia, que se castigue con medidas punitivas más drásticas y ejemplarizantes. Al país, no se lo podemos entregar a la delincuencia. No es alarma. Es la triste realidad que vive la sociedad colombiana, sometida a este accionar delincuencial. Igualmente, el gobierno nacional, debe emprender un mejoramiento de las políticas públicas que conduzcan a llegar a los sectores más vulnerables de los municipios, con un desarrollo social y económico. Hay que atacar también el génesis de esta problemática.